Los impactos negativos de la pandemia mundial de Coronavirus son muchos y realmente devastadores. Han afectado todas las aristas de la vida, del desarrollo y bienestar de la población, incluido por el derecho de los niños, niñas y jóvenes a recibir educación y atención integral para su desarrollo. UNESCO realizó un estimativo en el que se puede visualizar que, en el momento más crítico de esta pandemia, más de 160 millones de estudiantes dejaron de concurrir a sus escuelas, y al término del mes de octubre al menos 137 millones seguían sin recibir educación en modalidad presencial.
Esto significa que, entre mediados de febrero y finales de septiembre, las escuelas y colegios de la región se mantuvieron alrededor de 20 semanas cerradas, lo que significa casi tres cuartas partes de un calendario académico regular de 38 semanas en promedio. Si comparamos esta duración con lo que ha ocurrido en otras regiones, vemos que en ALC el cierre ha sido más largo que por ejemplo en Europa (45%), África (57%) o Asia (61%).
El no poder asistir a la escuela en nuestros países es ya una de las principales complicaciones para el aprendizaje, y este cierre afecta a todos los estudiantes, y en especial a aquellos que, por las condiciones socioeconómicas de sus familias o por habitar en zonas rurales, entre otras situaciones, tienen menos oportunidades para aprender. Además, esta emergencia ocasionó, en muchos casos, el abandono definitivo de la educación primaria, y limitó su acceso a otros programas que se ofrecen desde las escuelas como los de alimentación escolar y jornadas extendidas, entre otros.
Los gobiernos de cada país, han desarrollado diferentes planes de emergencia para poder llevar adelante lo más enteros posible, a esta emergencia educativa, estos planes, buscan dar continuidad a la enseñanza, mitigar la pérdida de aprendizaje, y asegurar que los estudiantes tengan acceso tanto al aprendizaje como a los beneficios de cuidado y protección que se brindan a través de los centros escolares.
Hay una cantidad de aspectos a tener en cuenta, para poder continuar con una educación presencial y efectiva, en esta situación de pandemia. En primer lugar, lo que tiene que ver con la infraestructura de los centros escolares, los que deben proporcionar no solo el distanciamiento físico necesario, sino que también, cubrir necesidades básicas como agua, saneamiento e higiene. Así como también, la tecnología y conectividad adecuadas que permitan el desarrollo de las actividades académicas presenciales pero también online.
De todas formas, el mayor desafío tiene que ver con lo educativo, el ajuste a la gestión académica, la organización escolar, y la debida transición curricular y pedagógica, que permitan mantener el aprendizaje en un contexto en el que las escuelas van a permanecen cerradas de forma total o parcia, durante los próximos meses, lo que conlleva a diseñar planes de vuelta a la presencialidad, en unas condiciones inciertas respecto al avance de la pandemia, donde los procesos escalonados y graduales y el distanciamiento físico seguirán siendo imprescindibles.
Este ajuste a la organización de las escuelas, supone una definición de criterios para llevar a cabo una vuelta organizada y progresiva teniendo en cuenta, por ejemplo, los niveles educativos (mayor cantidad de estudiantes en primaria demandan más atención de padres; facilitar la terminación de la secundaria, etc.), la ubicación geográfica de las escuelas según comportamiento de la pandemia (en zonas rurales donde hay bajo contagio, no se usa extensivamente el transporte público y se disponga de agua), y la organización de grupos y turnos o jornadas alternas (para evitar aglomeraciones y permitir la limpieza profunda continua de los centros), sumado a la opinión y sentir de docentes, directores y padres de familia con quienes se debe congeniar y organizar esta planificación.
De la misma forma, esta transición pedagógica y curricular debe mantener el aprendizaje en este nuevo entorno educativo, por lo que se deberían de aplicar estrategias que faciliten las actividades educativas a distancia, lo cual implica sobre todo entender que el formato presencial no es replicable en línea, y que los materiales por sí mismos no funcionan (a menos que estén diseñados para el autoaprendizaje). Asi como también se debe reconocer la diversidad de las características de las familias (en el acceso a materiales de cualquier tipo, a internet, su capacidad de uso de las TIC) y por supuesto las capacidades institucionales de las escuelas y de los maestros.
Fuente: CAF