Por Javier de León
Así como llegó, se fue.
El Mundial de Qatar se vivió con vértigo, y nos regaló una final fabulosa, con 3-3 entre Argentina y Francia, y en los penales, festejaron los vecinos del Plata. La final más apasionante de la que tengo memoria, y guardo memoria de 1974 para acá.
El Mundial se jugó, para novedad, en Medio Oriente, en un país pequeño, Qatar, con un territorio como el departamento de Tacuarembó, y una población que no llega a los 3 millones de habitantes, y de los cuáles el 90 por ciento son emigrantes. Así construyó Qatar su población. Con la llegada de asiáticos preferentemente. Pakistaníes, de Bangladeshed, libaneses, de India, y muchas banderas palestinas, en un país que los mira con simpatía.
PETROLEO Y GAS NATURAL
Emancipado en 1971, antes Protectorado Británico, tierra de buceadores tras las perlas, primero el petróleo a partir de los 50, y luego el gas natural en las últimas tres décadas, le proporcionaron una riqueza como pocas naciones en el globo.
Doha, su capital, era una pequeña villa hace 40 años, y hoy, deslumbra con sus luces y sus colores, en febril construcción a todo momento. Los qataríes invirtieron muchos petrodólares en infraestructura, pero antes, lo invirtieron en diseñadores. Todo lo construido ha sido con mucho gusto.
EN EL FONDO, NOS PARECEMOS
Nos quisieron asustar durante meses con la rigidez del mundo árabe, y como tantas veces, un Mundial cosmopolita, jugado en una sola ciudad, reunió a más de un millón de turistas, y se convivió sin dificultades.
Con respeto, la vestimenta no fue un obstáculo. Quien quiso pudo usar bermudas o exhibir hombros y piernas las mujeres. Y con respeto también, se pudo dialogar con los qataríes, hombres y mujeres, para con la mente más abierta posible y despojados de nuestros paradigmas, escuchar, escuchar y escuchar, para intentar entender otra cultura y otra religión. Y confirmar así, como me ha ocurrido en otras partes del mundo, que los seres humanos en esencia somos mucho más parecidos que lo que nos creemos, y que son muchas más las cosas que nos identifican, que aquellas que nos separan.
A TIRO DE METRO
El Mundial se jugó a tiro del metro. Era posible ver dos partidos por día, y algunos, arriesgando llegar algún minuto tarde, hasta tres partidos en la misma jornada de primera fase.
Fue el Mundial de Messi, quién en su quinto intento logró alzar la Copa. Tuvo a un técnico inteligente, Lionel Scaloni, quién primero generó el clima para que Messi disfrutase como nunca jugar en la selección argentina, y después, construyó un equipo que permitiese que el genio futbolístico de Messi destacase, y fuera del mayor provecho posible del colectivo.
Argentina supo reinventarse durante el propio torneo. Mac Allister, Julián Alvarez, Enzo Fernández, no eran titulares antes de la Copa, y se ganaron su lugar durante el Mundial. En realidad, el entrenador supo dimensionar el momento de los tres, y los confirmó en la oncena principal.
NO FUE CAMPEÓN POR LOS JUECES
Tuvo algún empujón desde el arbitraje, con muchos penales sancionados a su favor. Pero Argentina no fue campeón por los jueces. Es cierto que en la situación límite, la moneda siempre cayó del lado albiceleste, y que siempre es bueno para un equipo que así sea, pero tuvo méritos futbolísticos y un genio en la cancha, que explican más que los arbitrajes por qué fue campeón de Mundo.
Este fue el Mundial más cómodo y más disfrutable de todos aquellos que puedan existir. Sin viajes de avión, sin armar y desarmar maletas. Qatar, ¡¡te extrañaremos!!