Se trata de partículas que en su mayoría no superan el diámetro de un cabello, provienen del cometa Swift-Tuttle y son parte de uno de los espectáculos astronómicos más conocidos cuando, al chocar con la atmósfera, desprenden las «perseidas», una lluvia de estrellas que está visible desde 17 de julio y se mantendrá hasta el 24 de agosto.
«Su pico máximo será entre el 12 y 13 de agosto cuando se podrán verse hasta 100 meteoros por hora en condiciones ideales», tal como comunicó el Planetario de Montevideo en su página de Facebook.
¿Por qué se llama perseidas? «Todos los meteoros asociados con una lluvia particular tienen órbitas similares y por un efecto de perspectiva parecen provenir del mismo lugar en el cielo, denominado radiante. Las lluvias de meteoros toman su nombre de la ubicación del radiante. El radiante de las perseidas está en la constelación de Perseo», indica la publicación.
Ayer, 12 de agosto a las 20:15 de Uruguay se pudieron ver las perseidas a través de la página sky-live.tv, que transmite desde Observatorios de Canarias (España).
El Plantario sostuvo que «es una de las mejores lluvias de meteoros del año, sin embargo, no es de las mejores para disfrutar en el hemisferio Sur».
«En efecto, para nuestras latitudes, la visibilidad es bastante reducida, pues el radiante se encuentra a apenas debajo del horizonte para Montevideo y con condiciones similares en el resto del país. Además para estas fechas la zona del radiante aparece hacia el final de la noche (aproximadamente 06 AM) en dirección norte», anexó.
En ese orden, explicaron que para una «adecuada observación del fenómeno» se debe estar en un lugar abierto y con un «buen cielo (despejado, sin Luna y con poca contaminación lumínica)».
Las perseidas también son conocidas como las «Lágrimas de San Lorenzo», por coincidir su máxima actividad con las noches anteriores y posteriores a esa festividad.
Ocurre que no son estrellas ni son lágrimas. Son partículas de polvo, aunque algunos objetos pueden alcanzar el tamaño de un guisante y hasta el de una pelota de tenis, y al chocar bruscamente con la atmósfera terrestre se desintegran y emiten esa traza luminosa con apariencia de estrella fugaz.
El cometa Swift-Tuttle -que tiene un diámetro de 26 kilómetros y es el mayor objeto que de forma periódica se acerca a la Tierra- completa una órbita alrededor del Sol cada 133 años, y cada vez que se acerca a la estrella se calienta y emite chorros de gas y pequeñas rocas; son esas minúsculas partículas las que acaban colisionando cada verano con la atmósfera terrestre.
El investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) José María Madiedo ha explicado que las perseidas han sido ya ampliamente estudiadas por los astrónomos y el valor científico que tienen no es por lo tanto comparable al de otras lluvias de estrellas menos conocidas y más recientemente descubiertas.
Pero Madiedo, en declaraciones a EFE, ha valorado su importancia como herramienta idónea para divulgar al público cuestiones relacionadas con este tipo de fenómenos y fomentar el interés por la astronomía, y ha asegurado que la utilidad científica de las perseidas no es irrelevante, ya que de su estudio se puede obtener información importante sobre los procesos que han tenido lugar en su cometa «progenitor».
La colisión y desintegración se produce a una distancia de la superficie de la Tierra de entre ochenta y cien kilómetros, por lo que solo las partículas más grandes generan «bólidos» o bolas de fuego visibles desde la tierra sin necesidad de instrumentos ópticos especiales.
Las perseidas impactan también contra la Luna, pero al no tener esta una atmósfera que la proteja, chocan directamente contra el suelo lunar a esas velocidades y de una forma tan brusca que provocan la formación de nuevos cráteres y breves destellos de luz que en este caso no son perceptibles por el ojo humano pero sí con telescopios.