Por Ignacio Milesi
En las elecciones legislativas del domingo 26 de octubre en Argentina, el partido La Libertad Avanza logró una victoria clara al obtener más del 40% de los votos, lo que se interpreta como un apoyo importante a sus propuestas reformistas pero también la falta de liderazgo opositor. Este resultado permite al oficialismo fortalecer su presencia en el Congreso y acercarse al tercio necesario en ambas cámaras para proteger los vetos presidenciales ante proyectos que enfrentan resistencia legislativa.
LAS 5 RAZONES
- Debilidad opositora.
La oposición aparece fragmentada y sin un relato alternativo convincente, dirigentes preocupados por generar imágen que no se llena de adhesiones, y la idea de reconstruir una fuerza popular y nacionalista pasa a un segundo plano. En ese vacío, Milei conserva su protagonismo: no porque su modelo económico funcione, sino porque no hay otro que emocione o inspire a las masas. La política tradicional, inmersa en sus internas y falta de liderazgo, no logra representar el malestar social popular, ni traducirlo en una propuesta de futuro. Detalle no menor que ha contribuido a esta estrategia beneficiosa de polarización ha sido la de Mauricio Macri al correrse del medio y ceder ante la imágen de LLA electoralmente. - Fidelidad emocional.
El voto libertario se volvió identitario y un refugio afectivo para muchos, quizás más para las nuevas generaciones. El voto ya no depende de la economía ni del plan de desarrollo como de la afinidad emocional y simbólica con un nuevo líder. Para muchos seguidores, se lo banca no porque mejore el bolsillo de forma rápida o justa, sino porque expresa una catarsis colectiva: el grito contra la casta, el kirchnerismo, los sindicatos, los privilegios y las normas que “no dejan
avanzar”. Esa fidelidad funciona como un refugio afectivo en una sociedad con falta de esperanza y liderazgo, muy acostumbrada a la crisis permanente. - Manejo comunicacional efectivo.
El gobierno mantiene el control del ritmo informativo, incluso en crisis. A través de las redes sociales, de un lenguaje provocador y de una narrativa de épica personal, los Milei logran definir de qué se habla y cómo se interpreta. La polarización y confrontación permanente refuerzan la sensación de autenticidad, el presidente contra todos, los buenos y los malos. En tiempos de saturación mediática, el impacto emocional suele pesar más que la veracidad de los hechos. - Control de las narrativas.
La estrategia de La Libertad Avanza ha sido presentar cada sacrificio como parte de una gran batalla moral y cultural. El ajuste se justifica como algo necesario para avanzar, pague quien lo pague finalmente, y la crisis se ve como el precio del cambio. A pesar de que las narrativas pueden parecer incoherentes la mayoría de las veces, muchas personas las aceptan debido a la falta de una oposición, un proyecto alternativo y de liderazgos claros. Mientras persistan estos factores, Milei podrá seguir imponiendo su relato, independientemente de los datos o la lógica detrás de sus palabras. - Acompañamiento estratégico del poder global.
El alineamiento con Estados Unidos y el FMI no se muestra desde el gobierno como dependencia, sino como respaldo y validación de seriedad. Comunicacionalmente, el mensaje es claro: “el mundo volvió a confiar en nosotros”. En un país marcado por la inestabilidad, ese gesto proyecta quizás orden o quizás miedo. Aunque el costo sea endeudamiento o pérdida de autonomía y soberanía, una parte del electorado interpreta esa cercanía como garantía de
estabilidad, quizás mantener los beneficios mientras les sigan respondiendo y no exigiendo lo que en un futuro no muy lejano podrán exigirle.
La victoria de La Libertad Avanza no solo refuerza el liderazgo de Milei, sino que pone de manifiesto un vacío opositor y un voto emocional que trasciende las promesas económicas. En un contexto de crisis, el control de las narrativas y la confrontación constante siguen siendo sus mayores activos. En este sentido, es importante tomar nota desde Uruguay, porque no somos excepcionales ni diferentes, los mismos factores que impulsan este fenómeno pueden reflejarse en dinámicas similares dentro de nuestro propio escenario político.

















