Por Javier de León.
La decisión había sido tomada al menos la semana pasada, sino antes. Peñarol había resuelto no vender entradas a Rosario Central para el decisivo partido del martes 28 por Copa Libertadores, Victoria o empate clasifica a Peñarol a octavos de final, victoria canalla clasifica a los argentinos. Tan fuerte como la decisión era la incertidumbre por las sanciones que Conmebol tomaría por la decisión unilateral de no vender entradas al visitante.
En el aire había una cifra por la supuesta multa: US$ 20.000. ¡¡Si ese hubiese sido el castigo, ganga hubiera resultado!! Pero estaba muy lejos de la realidad.
Aquí hay hechos incontrastables. Por un lado, lo sucedido en Arroyito a comienzo de abril, sucesión de absurdos para un partido de fútbol, como por ejemplo la caída de vallas desde una bandeja superior hacia la inferior, ocupado por los hinchas aurinegros, con riesgo de muerte, más toda la basura de las redes sociales en los días posteriores, aconsejaban que el partido del 28 se jugara con una sola hinchada. Era un tema de seguridad. De prevenir antes de lamentar. No es sólo lo que puede suceder en el Campeón del Siglo el próximo martes. Son 300 kilómetros de riesgo, desde el puente en Fray Bentos, hasta Montevideo. Pero paralelamente, CONMEBOL no quería dejar instalado el antecedente que se jugase la ida con visitantes, y la vuelta sin ellos, sin haber mediado ninguna sanción de los tribunales del organismo sudamericano, ni tampoco existiera prohibiciones de la policía nacional. Le preocupaba sobremanera el antecedente, más que una defensa de Rosario Central en este caso puntual. Se quería adelantar a situaciones eventuales. Por ejemplo, una semifinal River- Flamengo. Líos en Maracaná a la ida, y decisión de los millonarios de no vender entradas a brasileños en el Monumental. ¿¿Con 20 mil dólares lo iría a arreglar River?? Una risa, por cierto. Por eso Conmebol quería evitar a toda costa la decisión tomada por Peñarol.
Desde Asunción la presión fue muy fuerte. Fuertísima. Hicieron saber que no estaban de acuerdo, y en ningún momento fueron precisos con el castigo que caería sobre Peñarol si resolvía no vender entradas visitantes. Peñarol vió venirse un enemigo gigante, y reculó. Tenía el apoyo del Ministerio del Interior de Uruguay, y de la Asociación Uruguaya de Fútbol, que se manifestaron a favor de los riesgos del partido del martes, pero no se INMOLARON.
El Ministerio estableció que era un partido de “ALTO RIESGO”, pero hasta ahí llegó. No tomó medidas, como si lo hizo la APREVIDE, del Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, que prohibió dos años atrás la concurrencia de hinchas de Nacional a partidos de Copa en su jurisdicción.
Desde la AUF, el presidente Ignacio Alonso, también subrayó la inconveniencia de la presencia de hinchas de Rosario Central, pero hasta allí llegó su participación.
Peñarol asumió que podían fulminarlo, vía multas o quién sabe qué. Y decidió retroceder en chancletas, como pudo. Esperó hasta ayer jueves, plazo límite, para comunicar la decisión. Y dejó en manos del Ministerio del Interior la seguridad, sin declaraciones de sus dirigentes ni presencia en la conferencia de prensa que realizó el Ministerio en horas de la tarde del jueves.
Ahora, que el destino nos ampare. Que sólo sea un partido de fútbol, y la crónica roja no deba ocuparse de él.