Por Gustavo Ruiz.
Estas últimas tormentas que azotan Fray Bentos deberían hacernos pensar que el proceso denominado “Cambio climático” es irreversible. A partir de ello, debemos tomar conciencia sobre cómo nos afecta y cómo, ese cambio, se ve reflejado en nuestra vida cotidiana. Cualquiera de nosotros y sobre todo los mayores de 40/50 años pueden dar cuenta de ello: mayores amplitudes térmicas y fenómenos climáticos más pronunciados (sequías, tormentas, inundaciones, etc.) nos llevan a pensar qué acciones debemos tomar para mitigar el daño sobre la naturaleza y sobre el ser humano en particular.
Expertos en clima nos podrán dar mayores detalles sobre El Niño y La Niña, pero los mayores de 50, en un lenguaje muy banal nos dirán, para bajarlo a tierra: cuando yo iba al Liceo, a la mañana hacía más frío que ahora.
Detengámonos unos minutos a pensar en los árboles de la ciudad (eso que los urbanistas llaman “El arbolado urbano”) y como se ven afectados en ese proceso de cambio climático. Parte de los árboles de F. Bentos fueron plantados en el período de la fundación y luego, lentamente, mientras la ciudad crecía y se expandía, se plantaban nuevos retoños, pero ya de manera irregular. No bajo un esquema planificado.
Así, cada vecino en los nuevos barrios, por sus propios medios y siguiendo la tradición de sus mayores, se ocupó de plantar un árbol en el frente de su casa o en su jardín.
Cuando caminamos por la ciudad podemos ver la irregularidad de árboles en cada cuadra, donde hay veredas con 10 plantas de distintas especies y otras donde apenas hay 3 o 4. Los que tienen auto reparan en ello de manera muy simple y sobre todo en verano cuando, al querer estacionar el auto, buscan un poco de sombra para que el auto no “quede hirviendo” y al momento de retirarse no tener que sufrir la temperatura interior del vehículo.
Pero mucho más lo sufrimos todos los vecinos: en los nuevos barrios, no se tuvo en cuenta la necesidad de forestar desde el momento de comenzar las construcciones, en los barrios “no tan viejos” no se tiene en cuenta el mantenimiento de las especies y en el centro de la ciudad como así también en las plazas y otros espacios públicos no han reparado en que los árboles, si bien mueren de pie, sufren un deterioro natural y sus ramas pierden fuerza y son presa fácil de los vientos, qué (como dicen el refrán) será viejo pero sigue soplando y cada vez con más intensidad.
Cuáles son las consecuencias en cada caso: donde no hay árboles, durante el día la temperatura es mayor pues la vegetación contribuye a bajarla. Dónde no hay mantenimiento, ante fenómenos climáticos duros, habrá caída de ramas, deterioros con cortes de calles y pérdidas materiales por destrozos. En las plazas y otros espacios públicos (la rambla, el parque Liebig) las consecuencias las tenemos a flor de piel: todos somos vecinos/contribuyentes y, como tal, deberemos afrontar el costo de las reparaciones y la puesta a punto con nuestros impuestos.
¿¿Es posible hacer un “censo” del arbolado público urbano?? Sí, claro que sí. Lógicamente tiene costo y por supuesto que casi nadie querrá absorberlo. Sin embargo, así como la intendencia se debe ocupar de las veredas (y ante el reclamo de los vecinos también de las calles) sería ideal que pueda establecer un programa de arbolado urbano. Las inversiones de las intendencias se ven reflejadas de manera más pronunciada en el asfalto, la caminería suburbana y rural, el alumbrado público, etc. pero rara vez se orienta hacia el arbolado público y su cuidado. A nivel mundial hay programas que estudian el tema y que se ocupan de fomentar el cuidado, la renovación de especies y el mantenimiento.
Para beneficio de la ciudad y de todos sus habitantes: Cuidar, mantener y reponer árboles en la ciudad (luego discutamos, para cada caso, cuáles son las especies más adecuadas) nos permitirán que Fray Bentos vaya rumbo a ser una “Ciudad Verde” en todo sentido. No perdamos de vista que el lema de “Uruguay Natural” contenga también el arbolado urbano.