Por Javier de León.
Un contrato es, en esencia, un acuerdo de partes. Que debe tener un equilibrio básico: cada parte debe sentir que lo que da es equivalente a lo que recibe.
El acuerdo arrastra derechos y obligaciones para cada una de las partes. Lo que es derecho para una, es obligación para la otra. Con límites, claro está. Ni los derechos, ni las obligaciones, son ilimitadas.
La gran distorsión del fútbol uruguayo en los últimos 25 años ha sido justamente esa: la ausencia de límites precisos en las relaciones entre las instituciones y la AUF con la empresa poseedora de los derechos de televisión, Tenfield S.A.
Ha existido un círculo vicioso y perverso. A partir de un contrato por un precio inferior al que podría percibirse y un plazo muy extenso, generalmente a diez años el horizonte, los clubes, también producto de sus malas administraciones, han salido en sus desesperaciones a pedir adelantos de dinero que no estaban contempladas por contrato.
Tenfield ha accedido al pedido generalmente, pero el “favor” no fue gratuito. Se “cobró” con ingerencias en las decisiones de los clubes, que obviamente no estaban como obligaciones de los clubes en los diferentes contratos firmados por los derechos de TV.
El mal viene de origen.
En la Asamblea de 1998, que aprobó el primer contrato de Tenfield con la Asociación Uruguaya de Fútbol, se hizo presente Francisco Casal.
Que no era, ni es, dirigente de club alguno, y por tanto su presencia en una Asamblea de Clubes estaba fuera de lugar.
“Vos me debes este favor”, “Y a vos te salvé de esta“, “Y a vos te ayudé en aquella”, “Y a vos te di plata para empezar el Uruguayo porque tenías deudas por todos lados”, cuenta que dijo, palabras más, palabras menos, Casal a la mayoría de los dirigentes que estaban presentes en aquella Asamblea de Clubes del año 98.
Sólo así se entiende que la AUF votara en aquel momento una oferta de 50 millones de dólares por 10 años, cuándo existía la posibilidad de acceder a otra por 82 millones de dólares por igual período.
Los clubes endeudados, no sólo por el contrato de TV sino también por culpas propias, volvieron a firmar y reconfirmar el vínculo con Tenfield desde el 1 de julio de 1999 hasta el 31 diciembre 2025.
Pero siempre sin la chance de negociar libremente el mejor contrato.
Y volvieron a pedir adelantos, dineros por fuera, todo excediendo los derechos que estaban establecidos por contrato.
Y Tenfield asumió un poder casi magnánimo, en una suerte de “intervención” , también excediendo largamente las obligaciones a las cuáles los clubes se habían comprometido en la letra de los acuerdos contractuales.
En decisiones de contratación de jugadores, entrenadores, y en otras, que lindaron lo absurdo.
Sino, cómo entender que la Asamblea de Clubes del 2016 estuviera a un paso de desechar una oferta de Nike por la indumentaria de la selección uruguaya, que era casi 5 veces mayor que lo que se estaba recibiendo !!!
Sólo con demasiados clubes “intervenidos” y sin soberanía propia, puede comprenderse una decisión tan absurda.
Estos son otros tiempos. En primer lugar, porque “solo” quedan tres años y medio de contrato. El término “solo” va escrito en términos relativos a lo que han sido siempre los finales de contrato, normalmente a diez años por delante.
Y segundo, por la proliferación de Sociedades Anónimas Deportivas, la mitad de los clubes profesionales, con otra mente y otra libertad financiera.
Por una vez, que la negociación sea razonable. Que el precio que reciba la Asociación Uruguaya de Fútbol sea justo. Y que queden claros los límites de derechos y obligaciones de las partes, por una sana convivencia futura.