Por Javier De León
Qué relación tienen el Barcelona 6- PSG 1, de marzo del 2017, con el Bayern Munich 8- Barcelona 2, de agosto del 2020?
Por qué un gran triunfo, engendra por una sucesión de eventos y circunstancias muchas veces imposibles de evitar, una gran derrota? Es que los seres humanos somos, muy a nuestro pesar, rehenes de nuestros éxitos.
Leonel Messi anunció por burofax hace apenas pocos días que se iba del Barcelona. Una semana después, resignado, informó que se quedaba, pero en medio de un mar de lamentos. Se queda porque no hay otro club dispuesto a pagar o asumir el riesgo de pagar, 700 millones de euros. Y de paso, dejó un mensaje lapidario para la dirigencia del Barcelona. “No hay proyecto, no hay nada”. Se anda a puro remiendo, palabras más, palabras menos. Pero, dónde nace todo? Obligado a interpretar los hechos, daré mi propia versión.
Todos eran felices en el 2015. El triplete para el tridente. Messi, Suárez y Neymar lo habían hecho. Ganadores de la Champions, la Liga Española y la Copa del Rey. En el 2016, se logró la renovación de contrato de Neymar y Suárez. Continuidad asegurada. En el caso del brasileño, la cláusula de rescisión de 222 millones de euros, asomaba como impagable, en un mundo cuyo techo para las transferencias era 100 millones.
Pero llegó la noche del 8 de marzo del 2017. La gran remontada del Barcelona permitió el 6 a 1 ante el PSG en el Camp Nou. La gran figura futbolística fue Neymar, tiro libre, penal, asistencia, brillo por doquier. Pero la foto icónica fue la de Messi trepado de cara a la tribuna, como el gran héroe de la noche.
Así, Neymar se convenció que junto a Messi nunca sería número uno. Y él quería llegar a Balón de Oro. Los dos grandes derrotados de aquella noche fueron Neymar y los árabes del PSG. Uno con el orgullo herido, el otro con petrodólares para ir contra el Barcelona.
Los hechos se encadenaron. En agosto del 2017, el PSG hizo lo impensado para los catalanes. Pagó la cláusula de rescisión y se llevó a Neymar. El Barcelona, sin su figura y con plata en caja, salió a buscar reemplazante. Los 222 millones inflacionaron el mercado, y entonces lo que valía diez pesos pasó a costar 20. Ergo, compró a Coutinho y Dembele, gastó más de lo que le había ingresado por Neymar, y nunca le dieron rédito en la cancha. Además, Messi insistió ante los dirigentes del Barcelona en que recompraran a Neymar, pero siempre el PSG pidió un precio de oro. Y Messi fue incrementando el enojo con sus dirigentes, argumentando que no habían hecho el esfuerzo necesario para concretar la operación.
Todos perdieron. Neymar porque se arrepintió al poco tiempo de salir, y nunca fue campeón de Champions y menos aún, Balón de Oro. El PSG porque invirtió fortunas, y sus propietarios qataríes no lograron los objetivos logrados. Messi, porque quedó sin el ladero futbolístico que precisaba para ganar otra Copa en Europa. Y el Barcelona, porque gastó plata, desgastó esfuerzos, ganó Ligas en España, pero en Europa acumuló fracasos, como la goleada en Roma en el 2018, en Anfield ante Liverpool en el 2019 y la última catastrófica ante el Bayern. Y además, terminaron todos peleados, dirigentes entre sí, Messi con el presidente, muchos aficionados con Messi. ¿Pudo evitarse? Probablemente no. ¿Por qué? Porque, mal que nos pese, somos rehenes de nuestro propio éxito.