Por Fernando Doti
En nuestro país, la ley 10.449 del año 1943, en su artículo 3° define al salario mínimo. Establece la norma que: “Es el que se considera necesario en relación a las condiciones económicas que imperan en un lugar para asegurar al trabajador un nivel de vida suficiente, a fin de proveer a la satisfacción de sus necesidades físicas, intelectuales y morales”. De esta definición se desprende que, para el legislador de 1943, el salario mínimo no lo es porque sea la remuneración más baja compatible con la subsistencia del trabajador en ínfimas condiciones, sino que el calificativo tiene que ver con la circunstancia de que los empleadores no pueden, no están autorizados, a servir un salario por debajo del que se fija.
Todo el mundo reclama la suba del salario mínimo nacional. Año tras año vemos cómo, en cada ocasión en que se fija el reajuste del salario mínimo nacional, la inmensa mayoría de los ciudadanos reclama que es insuficiente y lo comparan con los ingresos faraónicos de los políticos en sus cargos públicos.
En realidad, lo que hay que hacer es eliminar el salario mínimo. La eliminación, no implica que se vayan a pagar miserias por un trabajo cualquiera. Ello es falso y lo intentaremos demostrar a continuación. En puridad la existencia del salario mínimo constituye una verdadera fijación de precios. No se puede fijar por ley el salario, porque el salario está asociado directamente a la capacidad de producir que tiene el individuo. El ingreso es, por lo tanto, una función de la productividad de las personas. Imaginemos un caso extremo en donde el gobierno determina que el salario mínimo nacional pasará a ser de $ 180.000 nominales. ¿Qué cree usted que pasará? ¿Aumentará o disminuirá el empleo? La respuesta es sencilla, y es que disminuirá sensiblemente, porque las empresas van tener que producir muy por encima de ese costo, para poder obtener ganancias. En otros términos, el desempleo aumentará porque existe un muy alto porcentaje de la fuerza de trabajo en el país que no genera esos $ 180.000, porque sencillamente no tienen la formación o especialización que se requiere para generar riqueza por encima de ese monto. Su mano de obra no califica para ese monto. Entonces lo que hace el sistema de salario mínimo, es dejar fuera del mercado de trabajo formal a los menos calificados, a los que más necesitan trabajar. La gente que no alcanza ese nivel de productividad queda fuera del mercado de trabajo. Entonces, el sistema de salario mínimo perjudica a la mano de obra menos calificada. Por el contrario en un sistema en donde no exista el salario mínimo, al entrar al mercado de trabajo, esa persona con poca o nula calificación, a medida que se van adquiriendo conocimientos y experiencia puede ir mejorando su productividad. En el sistema propuesto las posibilidades de ingresar a trabajar aumentan. Es falso que se presta para abusos, porque en un mercado flexible y abierto, si hay empleadores abusivos, el trabajador tendrá otras oportunidades y no le costará mayor esfuerzo irse a trabajar a la competencia.
En materia económica, todo bien consumible se regula por dos factores: cantidad y precio. El salario es una de los tantos precios de la economía. Si el Estado establece un precio fijo para los salarios, la otra variable de ajuste, será entonces la cantidad. Siendo así, por consecuencia lógica, a mayor salario mínimo, se va a contratar menos gente. Pero además, los que están trabajando correrán el riesgo de ir al seguro de paro y será mucho más conveniente para la empresa incorporar tecnología para tener menos empleados, o, achicarse reduciendo el horario, o trabajando en ámbitos estrictamente familiares, etc.
Es como que el invento termina matando al inventor. De modo tal que, por más buenas intenciones que uno tenga (de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno), no se puede pagar en función de lo que la persona necesita o lo que el burócrata estime, porque es ello es destructivo para los trabajadores. La frase de MARX, en su “Crítica del Programa de Gotha”, de que “De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”, constituye una prueba más de su error conceptual económico en la formulación de sus tesis, repicada por la central sindical. Pongamos un ejemplo: Supongamos que en una mutualista ingresa a trabajar un cardiólogo famoso, que tiene en su curriculum vitae numerosos posgrados, maestrías en el extranjero, siendo una verdadera eminencia en la materia. Su presencia va a generar que muchos intenten afiliarse a la mutualista por su presencia en ella, esto es, va a generar demanda de usuarios. Ahora supongamos que la mutualista le paga a este buen señor, un salario de $ 400.000 mensuales. En esa misma mutualista trabaja una auxiliar de servicio que gana $ 25.000 mensuales, que tiene tres hijos menores, uno de ellos con problemas de salud, a quien además el padre de esos niños los abandonó, no pasando pensión alimenticia alguna.
Siguiendo la línea argumental de MARX, deberíamos quitar del salario de $ 400.000 del cardiólogo para pagarle mucho más a la auxiliar de servicio. Le diremos al cardiólogo: “Como tú no precisas tanto y estás en una buena situación, te quitaremos de tus ingresos para dárselos a esta persona que más lo necesita”. ¿Qué es lo que va a pasar? El cardiólogo seguramente renunciará, y se irá a prestar sus servicios y conocimientos o bien a otra mutualista o bien en el exterior, lo que conllevará a que muchos afiliados se borren de la mutualista porque, la causa que motivó su afiliación (la presencia del cardiólogo), ha desaparecido y con ello el estímulo a pagar su cuota mutual. En consecuencia, la mutualista se empobrecerá, perderá afiliados, y por supuesto no solo que dejará de pagar el salario que se estimaba era el que necesitaba la auxiliar de servicio, sino que además, seguramente no podrá mantenerla a ella en el puesto que tenía, y a muchos otros trabajadores, atento a la nueva realidad que atravesará la empresa, ante la fuga de usuarios. En definitiva, la máxima a la que hacía referencia más arriba, es destructiva y genera desempleo. Lejos de beneficiar a quien más lo necesita, lo perjudica. Si yo le pago a esa persona que necesita, el salario del cardiólogo del ejemplo, esa persona no estará generando riqueza para ese salario, porque como ya expresamos, el salario es una función de la productividad. No se trata de que haya que achicar la torta para que otros estén mejor. Hay que crearla primero y sostenerla después, porque los recursos son finitos. Hay que hacer una torta más grande, generando riqueza y no robándosela al que la genera. Ese dinero entonces lo va a tener que crear otra persona. Los empresarios no pueden hacer caridad porque el ingreso que tiene la empresa, viene de lo que genera en el mercado. El ingreso sale de la venta de los bienes que vende en el mercado, para ello tienen que estar de acuerdo los consumidores de pagar 3 o 4 veces más lo que el producto vale, para poder pagar ese salario. De esa manera se genera empobrecimiento de la sociedad. Es un voluntarismo, que no funciona. Los salarios mínimos aumentan el desempleo. Aumentar capital, para generar riqueza, libertad económica, y un Estado que no nos esté matando cada vez que queremos emprender, es la clave. En buen romance lo que el salario mínimo establece es que ninguna persona puede trabajar en el Uruguay por debajo del salario fijado por el Estado. Imaginemos que se aplica una ley de ingreso mínimo a los autoempleados.
Debemos concluir entonces que el Estado le prohibirá trabajar a quien se arma un kiosko en su casa, si mes a mes no gana lo que está fijado por ley. Lo absurdo de la situación exime de comentarios. No obstante, permítase decir que el resultado de esta ley, no sería que los autónomos cobren mayores ingresos, sino que la mayoría de ellos quedarían desempleados.
Pues con el salario mínimo nacional, lo mismo.