por Ana Fumon Meireles
Una joven madre de 28 años se arrojó al vacío con su bebé en brazos. La noticia estremeció al país y dejó al descubierto algo que muchas veces no queremos ver: la maternidad, a veces, puede ser un lugar profundamente solitario. ¿Cuántas mujeres más están pasando por estados similares y no lo sabemos?
Ser madre es un cambio descomunal. Tu cuerpo se transforma, tu mente también. De un día para otro te encontrás habitando una versión de vos misma que no conocías. Las hormonas te sacuden, el cansancio se vuelve parte de tu rutina, y aun así sentís que tenés que poder con todo.
Nadie te advierte que, más allá del amor inmenso que sentís por tu hijo, hay momentos en los que el cansancio se parece a tristeza, en los que el silencio pesa como una piedra. Y que sentirte vulnerable no te hace menos madre, solo más humana.
Muchas veces creemos que podemos con todo, que nadie va a cuidar a nuestros hijos como nosotras. Y en ese intento de ser fuertes, nos vamos postergando: un momento, y otro, y otro… hasta que, en algún instante, nos miramos al espejo y no nos reconocemos. Cargamos dolores, sueños y miedos en una mochila invisible que nadie más ve.
La maternidad es un camino maravilloso, pero también complejo. Y está bien decir que a veces no sabemos cómo transitarlo, que necesitamos ayuda, que necesitamos descanso, que necesitamos palabras que abracen.
Porque ser madre no debería ser sinónimo de silencio.