Por Dr. Gonzalo A. Dotti Espinosa.
A más de un siglo de conquistar la jornada laboral a 8 horas al día, la regulación del tiempo de trabajo irrumpe con nueva fuerza. Las cambiantes realidades económicas, sociales y culturales han levantado nuevas inquietudes respecto a la organización y el uso del tiempo.
Es en este contexto que se plantea a través de la legislación, disminuir las horas de duración de la jornada laboral para mejorar la calidad de vida de las y los trabajadores y aumentar la productividad laboral, en favor de los sectores productivos. Esto favorece la
salud y la seguridad en el lugar de trabajo, la compatibilidad con la familia; promueve la igualdad entre los géneros y refuerza la productividad; incluso los límites de horas de trabajo pueden reducir las horas excesivas (que tienden a ser perjudiciales para la salud y nada productivas) y así contribuir hacia una mayor producción.
La cantidad de horas trabajadas y la forma en que éstas se distribuyen no sólo altera la calidad laboral, sino a la vida fuera del centro de trabajo, a la seguridad en el trabajo y durante los trayectos de la casa al trabajo y viceversa.
La pérdida de horas en viajes se traduce en la disminución de las horas para descansar de las personas y les deja un margen muy corto para disfrutar de su hogar y convivir con su familia, afectando a quienes están mas alejados de los centros poblados.
La legislación laboral no siempre contempla estas dinámicas. Las estructuras del tiempo de trabajo mercantil o mercantilizado siguen siendo diseñadas para trabajadores sin responsabilidades familiares, con horarios de trabajo que son altamente incompatibles
con las necesidades de cuidado familiar.
Los elevados promedios de tiempo que pasa una persona en su trabajo, así como desplazándose hasta él, son variables que fungen como factores que propician el estrés de las y los trabajadores. Lo cual, al presentarse como un factor constante hace más latente el riesgo de presentar afecciones en su salud física y psicológica.
El estrés se encuentra ligado con el deterioro de la salud del individuo, y éste a su vez se encuentra relacionado con el desarrollo del síndrome de burnout. Este síndrome se caracteriza por manifestaciones sintomáticas de tipo emocionales, actitudinales, conductuales y psicosomáticas, (sentimiento de soledad y alienación, ansiedad, impotencia, apatía, hostilidad, cambios bruscos de humor e irritabilidad, dolores precordiales, taquicardias, pinchazos en el pecho, hipertensión, etc), tras una exposición prolongada al estrés laboral crónico.
Teniendo en cuenta lo anteriormente expuesto, resulta evidente la necesidad de reformar la legislación laboral para reducir la duración de las jornadas en beneficio de la salud de los trabajadores, sin afectar la productividad. Nos debemos un profundo debate.