Por Javier De León.
Pocas veces recibe tanta unanimidad una persona. José Fuentes, después de más de un mes en el CTI, con una situación que se tornó irreversible en los últimos días, falleció el pasado sábado, y su ausencia se hace inmensa.
La muerte generalmente santifica, y entonces todos los adjetivos utilizados luego de los fallecimientos parecen exageraciones. Pero en el caso de Fuentes no lo son.
Un gran tipo, de gran calidad humana. Actuaba con firmeza, pero siempre apelando a la máxima de “duro con los problemas, pero blando con las personas”, lo que le valió el respeto de todo el mundo del fútbol.
Es el primer presidente de Nacional que muere en ejercicio de la función en 124 años de la institución, por eso el impacto fue aún mayor.
El domingo, el velorio en la sede, en el Salón Cristal en 8 de octubre, fue un desfile en silencio y congoja de nacionalofilos, pero también de todos los estamentos del fútbol uruguayo. El presidente de Peñarol, Ignacio Ruglio, con sentida emoción, se acercó a despedir a un “amigo”, y en una muestra de civilidad de la sociedad uruguaya, la rivalidad en la cancha quedó a un lado y no recibió de la gran concurrencia que estaba en la sede, ni una sola palabra fuera de lugar. También estuvo el ex-presidente aurinegro Juan Pedro Damiani, así como otros dirigentes mirasoles.
Figuras de la Asociación Uruguaya de Fútbol, Ministros de Estado, jugadores actuales y ex-jugadores, representantes de futbolistas, en fin, todos.
José era querido, sin callarse lo que pensaba. Firme, pero justo.
El miércoles, en el Parque Central, también tuvo su despedida. En un partido de fútbol, porque él no quería que la pelota parara. Un minuto de silencio extenso y sentido, que salvo algún grito de esa ínfima minoría de desubicados, tuvo una estruendosa falta de sonido que conmovía,
Se fue un gran tipo. Se fue un tipo equilibrado, que Nacional y el fútbol uruguayo va a extrañar. Se fue, aunque me parezca mentira estar escribiendo estas líneas ahora.
Ya no lo veré por la Rambla montevideana, caminando con su grupo de amigos, a los que normalmente acompañaba cada mañana.
Ya no lo veré.
¿Por qué será que la vida se lleva tan pronto a la buena gente?