Las hermanas Gutiérrez formaron el colectivo Hijas Desobedientes en Uruguay, un colectivo que nuclea a hijos de represores durante la dictadura y trabajan por la búsqueda de memoria, verdad y justicia.
Irma y Ana Laura Gutiérrez son hermanas, y forman parte del Colectivo Hijas Desobedientes Uruguay. Se trata de un grupo incipiente de familiares de militares de la dictadura que se muestran opuestas a las acciones y el rol de sus padres en esa época.
“Nosotras venimos trabajando con el colectivo desde junio del año pasado. Cuando Verónica Estay leyó en la plaza de Uruguay, en Paris, la carta de un uruguayo que habla sobre la fecha del golpe de Estado, nos contactamos con ella y comenzamos a trabajar con el colectivo. En principio no queríamos salir a hablar, creo que al mes de sumarnos, Analía Kalinec y Verónica nos decían que tenían periodistas que querían hablar con nosotras y les dijimos, todavía no”, contó Ana Laura a El Rionegrense.
Verónica Estay y Analía Kalinec forman parte del mismo colectivo en Argentina, pero cuando fue presentado por Cabildo Abierto, un proyecto de ley para liberar a los militares procesados por delitos de Lesa Humanidad y el surgimiento de un colectivo de familiares de represores, decidieron hablar y mostrarse.
Cuando surgió un colectivo de Familiares de Militares reclamando la libertad para sus familiares, Ana Laura e Irma entendieron que tenían que dar su versión. “Nos motivó el Colectivo de Familiares que salió defender a los represores, a hablar de cerrar una época, de que son inocentes, cuando no lo son, no lo son ellos y no los son un montón de militares que no han sido juzgados. Y que esta gente salga a decir, los familiares de los militares los estamos apoyando, no, no todos los familiares de los militares”, afirmó Ana Laura. En ese sentido dijo “que hablen por uno es fastidioso. En mi caso siempre lo cuestione a mi papá. A mi papá nunca lo dejamos solo, él necesitó mucho de nosotras en la última etapa de su vida, pero si lo hablé y lo discutí. Él sabía cuál era mi postura y lo tenía muy claro”.
Pero como en todos los temas, cuando se involucran los sentimientos es mucho más difícil. Irma y Ana Laura sabían, aún sin tener clara la participación de su padre en la represión, que lo que él hizo estaba mal. “Lo difícil de este colectivo es que se choca lo emocional con lo racional”, enfatizó Ana Laura. “Yo no tengo pruebas de que mi papá hizo algo, las pruebas que tengo es que mi papá estuvo en un centro de represión y tortura donde pasaron 500 personas y algo él tiene que saber. Esa es la prueba que nosotros tenemos. Si él no mató a nadie, pero vio algo y no lo dijo y además nunca se arrepintió. Eso me hace tener una postura crítica para con él”, afirmó.
Su padre ingresó a trabajar en 1972 en el Servicio de Material y Armamento del Ejército (SMA), en el predio que es contiguo al Batallón de Ingenieros No. 13. Allí aproximadamente 500 personas pasaron por el galpón 4 del SMA entre noviembre de 1975 y enero de 1977. Ese galón era llamado el 300 Carlos o el Infierno grande.
En ese período, la represión se centraba principalmente en la persecución de integrantes del Partido Comunista y del Partido por la Victoria del Pueblo.
Desde que Irma y Ana Laura comenzaron con el Colectivo en Uruguay se han sumado algunas personas. “Por suerte se han acercado muchas personas, algunas con consultas, otras con el interés de juntarse con nosotras y conversar. Otras con la iniciativa de formar parte. Es como un inicio, pero nos parece que es un inicio auspicioso. Eso nos da bastante esperanza de que pueda crecer. Tener personas que viven con cosas similares, con contradicciones similares, te da un colchón donde caer”, contó Irma. Ana Laura agregó “es un sentimiento encontrado, porque por ahí se enteran que su familiar, a la persona que quieren, tuvo una participación activa, inclusive con pruebas. Entonces esto te permite canalizarlo por un lado”.
Irma y Ana Laura todavía tienen pendiente conversar con personas que pasaron por el 300 Carlos, “nuestra postura crítica viene desde el lugar de saber que nuestro padre participó. Porque, ¿hasta dónde uno es inactivo? Si vos ves que están haciendo un enterramiento y vos sabes que algo paso ahí y no decís nada” expresó, Ana Laura. En ese sentido Irma agregó “muchas a veces la falta de acción también es una acción. El ocultamiento es tan grave como ser partícipe, y mínimo, papá ocultó información y eso es tan grave y cuestionable como haber enterrado un cuerpo o haber matado a alguien”.
Ambas coinciden en que la falta de arrepentimiento de su padre fue constante. “Para él estaba bien, ellos estaban salvando la patria”, afirmó Ana Laura. “Se tenían que convencer de que estaban haciendo algo bueno para que eso no te termine pasando factura en la cabeza”, agregó Irma.
Ya eran adultas cuando tomaron conciencia de que, donde trabajaba su padre era un centro de represión y tortura. “Yo no decía que mi papá era militar, en ninguno de mis ámbitos lo comenté, en mi circulo nadie lo sabía. Y un día una compañera, con la que yo hablaba mucho, me pregunto dónde estaba mi papá. Ella me dijo, pero eso fue un centro clandestino, eso era el 300 Carlos. Además, yo no manejaba las fechas en las que mi papá estuvo ahí, pero dos años antes fallecer, me confirmó que estuvo ahí desde el 72 y estuvo siempre hasta que se jubiló”, contó Ana Laura. Sobre eso explicó que con la confirmación de que su padre estuvo trabajando en el SMA mientras funcionó el 300 Carlos, le hizo atar un montón cabos de conversaciones de toda su vida. “Cosas que van pasado durante toda tu vida, cosas que vas preguntando, cosas horribles. Una vez a mí me dijo que los habían tapado con cal, que no iban a encontrar a nadie, o que después los desenterraron. Y te cae la ficha de la participación que tuvo esa persona. A mi papá le pesó muchísimo nuestra crítica”.
Ambas son madres y esta crítica hacia su padre, también la tuvieron que trabajar en su hogar, con su hijos, que, muchas veces, no entendían los cuestionamientos hacia su abuelo. Estos niños y adolescentes tienen mucha consciencia y noción sobre derechos humanos.
Como colectivo Hijas Desobedientes participaron de la Marcha del Silencio y también tuvieron la oportunidad de hablar con Familiares de Detenidos Desaparecidos. Sobre ese encuentro Irma contó que “fueron súper amorosos. Cuando pudimos concretar una reunión, nos recibieron con los brazos abiertos, atentos a responder las dudas que nosotras tenemos. Y en todo momento nos recibieron con mucho amor y fue maravilloso”.
Consultadas sobre la teoría de los dos demonios y de quienes afirman que una vez que mueran represores y detenidos se dará por cerrado el tema Irma afirmó “eso es mentira porque el daño fue institucional, fue el Estado contra sus propios ciudadanos. Por eso creo que no se termina con que se mueran los militares o las personas que siguen buscando. Y la historia tarde o temprano termina volviendo”.
De todas maneras y por lo poco que les dijo su padre, ellas no creen que las personas que saben hablen y aporten más datos.
300 Carlos.
El 300 Carlos o Infierno Grande funcionó en el SMA. Allí fueron asesinadas al menos 6 personas: Norma Aída Cedrés, Hilda Sara Delacroix, Bonifacio Oliveira, Hugo Pereyra, Silvina del Carmen Saldaña y Nuble Donato Yic. Y desaparecieron ocho personas detenidas: Carlos Arévalo, Eduardo Bleier, Juan Manuel Brieba, Julio Correa, Julio Escudero, Fernando Miranda, Otermin Montes de Oca y Elena Quinteros.