Por Javier de León.
El sábado hubo fútbol. Peñarol ganó en los descuentos a Danubio. Un rato más tarde la gremial de árbitros de fútbol, por acumulación de hechos sucedidos (amenazas, declaraciones de dirigentes, alud de insultos en redes sociales) decidió paralizar el fútbol.
Y el domingo fue de silencio. Y no está claro hasta cuándo.
Precisamos un minuto de silencio. Para reflexionar. Aunque probablemente, porque así ha sucedido siempre, cuándo la pelota vuelva a rodar, otra vez se repetirán casi los mismos hechos. Hay una dinámica perversa que nos impide salir de un círculo vicioso poco sano para el deporte.
¿Será posible un minuto de silencio?
Para pensar.
¿Nos hemos olvidado que esto es un deporte, pensado para los ratos libres, de ocio, de esparcimiento, para disfrutarlo?
En qué hemos convertido al fútbol?
En un amasijo de declaraciones, quejas, amenazas, lamentos, y hasta muertos, como el fin de semana en México en el Queretaro- Atlas por el torneo local
¿En qué hemos convertido al fútbol, que hace 35 años que en los clásicos del fútbol uruguayo se comenzaron a dividir las hinchadas, y el proceso, lejos de solucionar algo, vio agravarse la violencia y hoy, todo el Estadio está dividido?
¿En qué lo hemos convertido, que en el último clásico, sólo pudieron concurrir 2000 hinchas del equipo visitante (Nacional en este caso), que terminan estando en el poco honroso sitio de los más indeseables en una cancha de fútbol, rompiendo todos los baños del lugar que los acogió para observar el partido (en este caso el Campeón del Siglo)?
Porque los restantes miles y miles potenciales concurrentes al partido (por fuera de esos 2000), optan por quedarse en casa ante la presencia justamente de esos 2000.
Un minuto de silencio, por favor. Para pensar de una vez en serio.
Los jueces no son los inmaculados de esta historia, pero tampoco tienen por qué ser los receptores de todas las frustraciones de la sociedad, recibiendo mil y un insultos, y aún más, directamente amenazas.
Los jueces se equivocan, y hoy, la profusión de imágenes televisivas y las miles de repeticiones, potencias esos errores. Lo que antes era una jugada que quedaba simplemente en la anécdota, hoy, vía imágenes repetidas, se convierte en una polémica para colocar a un juez en la hoguera.
Paremos la mano. Porque nada es eterno, lo demuestra la historia de la humanidad. Y flaco favor le hacemos a este deporte hermoso, el fútbol, con actitudes más de salvajes de la antigüedad, que seres humanos racionales del siglo XXI.
Corremos el riesgo de terminar con el deporte. Y no es exageración.