por Fernando Dotti
Este 9 de noviembre de 2019, se celebra el 31 aniversario de la caída del muro de Berlín.
En agosto del año 1961 se ordenó su construcción. Un extenso muro hecho de hormigón armado, bajo la sorpresiva mirada de los lugareños. Pero es necesario entender la historia para entender los hechos. Se llegó a esta situación porque hubo una segunda guerra mundial, que a su vez no se explica, sino a partir de una primera guerra mundial a principios del siglo XX, primera guerra que dejó de rodillas a los vencidos, sumando a ello, un contexto de crisis económica, hiper inflación, miseria, etc., ingredientes todos, ideales para la generación del caldo de cultivo, para los totalitarismos y mesianismos…
Luego de la segunda gran guerra, al caer Berlín, la ciudad quedó literalmente dividida entre los ejércitos aliados vencedores, en un lado los aliados occidentales y en el este, el ejército rojo.
La incapacidad humana, los mezquinos intereses y las tensiones ideológicas, hicieron que esa situación se mantuviera, quedando en los hechos la parte occidental de la ciudad a cargo de los aliados del oeste y la parte oriental, a cargo de los vencedores del este. Una suerte de dos Estados dentro de una misma ciudad.
El Muro de Berlín formó parte de la frontera inter alemana desde el 13 de agosto de 1961 hasta el 9 de noviembre de 1989. Construido por la Alemania del Este, separó la zona de la ciudad berlinesa encuadrada en el espacio económico de la República Federal de Alemania (RFA), Berlín Oeste, de la capital de la RDA entre esos años
El bloque dominado por la Unión Soviética, sostenía que el muro fue levantado para proteger a su población de elementos fascistas que conspiraban para evitar la voluntad popular de construir un Estado socialista en Alemania del Este. En la práctica, el muro sirvió para impedir la emigración masiva desde la Alemania del Este y el bloque comunista hacia Occidente después de la Segunda Guerra Mundial.
Se estima que a comienzos de la década del sesenta, unas 1500 personas emigraban a diario a la Alemania libre, en busca de bienestar y prosperidad.
El fracaso del sistema comunista, de economía centralmente planificada y restricción de libertades individuales, no se evidenció con la caída del muro, sino a partir de verse en la necesidad de dar la orden de construirlo. De modo que, la razón de su construcción fue la de impedir la emigración masiva desde la Alemania del Este y el bloque comunista hacia Occidente después de la Segunda Guerra Mundial.
El muro tenía 45 kilómetros y dividía la ciudad de Berlín en dos. Entre 1949 y 1961, alrededor de 2,7 millones de personas habían abandonado la RDA y Berlín Oriental: alrededor de la mitad de esa corriente migratoria estaba compuesta por gente joven de menos de 25 años y esto suponía un gran problema. Alrededor de medio millón de personas pasaba cada día la frontera en ambas direcciones y de esta manera, podían comparar las condiciones de vida de ambos lados. Solamente en el año 1960, alrededor de 200.000 personas se mudaron de forma definitiva al Oeste. La RDA se encontraba al borde del colapso social y económico.
Aún el 15 de junio de 1961, el presidente del Consejo de Estado de la RDA, Walter Ulbricht, declaraba que nadie tenía la intención de construir un muro.
En las primeras horas de la mañana del 13 de agosto de 1961, en la frontera del sector soviético hacia Berlín Oeste se erigieron barreras temporales y fueron arrancados los adoquines de las calles. Unidades de la Policía popular y de la Policía de transportes, así como los denominados grupos de combate de trabajadores prohibieron cualquier tipo de tráfico en las fronteras entre sectores. De hecho, no fue casual que la dirección del partido eligiera un domingo durante las vacaciones de verano para realizar esa acción.
En los días siguientes, aparecieron los guardias fronterizos de la RDA, los rollos de alambre de púas que se habían estirado en la frontera con Berlín Oeste por un muro construido con paneles de hormigón y piedras de grandes dimensiones. Y había orden de tirar a matar, si alguien intentaba cruzarlo.
De un día para otro, calles, plazas y casas quedaron divididas y, a causa de la construcción del Muro, quedó interrumpido el transporte urbano.
Fueron momentos de mucha tensión que estuvieron a punto de desatar un conflicto armado.
Más de 600 personas fueron abatidas a tiros por soldados fronterizos de la RDA o murieron de otra forma al intentar huir. Tan sólo en el Muro de Berlín hubo, por lo menos, 140 muertos entre 1961 y 1989. La canción de Nino Bravo, “Libre”, hace honor al primer muerto que dejó el muro, un joven de 20 años quien pensó “que la alambrada es un trozo de metal”, y en su intentó fue asesinado.
Décadas de guerra fría, de espionaje, de millones de dólares gastados, pero finalmente, el factor determinante fue la propia inviabilidad del sistema, el cual implosionó, dado su fracaso en lo económico, en lo social, en lo humano, cultural y ambiental.
En los meses previos, se empezaba a advertir el comienzo de la caída de la cortina de hierro. El día 2 de mayo de 1989 los húngaros habían abierto sus fronteras con Austria, bajo la pasividad del régimen soviético, que no tenía capacidad para sostener el aislamiento. Hubo elecciones en Polonia en Junio, y sus resultados fueron respetados.
Unas semanas más tarde, en la RDA Schabowski, anunció una ley de viajes al extranjero, para los habitantes del este de Berlín, en una formulación un tanto imprecisa, que dejaba más dudas que certezas, pero sin dudas era un avance.
El 9 de noviembre de 1989 amaneció frío en Berlín y mucha gente comenzó a acercarse lentamente, algunos se volvían sobres sus pasos, porque algún soldado les hacía retroceder, pero lo cierto es que con el paso de las horas, la gente fue llegando y la situación se hizo incontrolable para las autoridades. Estaba claro que nadie pensaba volverse a casa.
En un momento dado la gente empieza rítmicamente a gritar “Abrid, abrid, ¡¡¡abrid!!!” y, al cabo de unos minutos, se empezó a sentir un sonido lejano desde el otro lado del muro que cada vez se hizo más claro: “Entrad, entrad, entrad!!!”. Eran los alemanes occidentales que también se habían reunido del otro lado.
Hasta que de repente, las puertas se abrieron y la multitud avanzó como una marea. Abrazos, risas, llantos, desconcierto, emoción, fueron algunos de los sentimientos que se podían ver reflejados en la gente, según las crónicas de la época.
Era el fin del comunismo
Tambíen el 9 de noviembre se recuerda un aniversario más de la noche de los Cristales Rotos.
La noche de los Cristales Rotos es el nombre que se le dio a una serie de ataques combinados ocurridos en la Alemania nazi, durante la noche del 9 noviembre del año 1938, llevado a cabo contra ciudadanos judíos, ante la pasiva y cómplice mirada de la policía y autoridades alemanas.
Estos pogromos fueron dirigidos contra los ciudadanos judíos y sus propiedades, así como también la destrucción de las sinagogas de todo el país. Los ataques dejaron las calles cubiertas de vidrios rotos pertenecientes a las tiendas y a las ventanas de los edificios de propiedad judía.
Al menos 91 ciudadanos judíos fueron asesinados durante los ataques y otros 30 000 fueron detenidos y posteriormente deportados en masa a los campos de concentración de Sachsenhausen, Buchenwald entre otros.
Nada es casualidad
No es casualidad que ambos hechos hayan ocurrido un 9 de noviembre.
No es casualidad que el pasado 19 de setiembre de 2019, el Parlamento Europeo se haya pronunciado oficialmente situando al mismo nivel al comunismo con el nazismo, con un resultado aplastante: 535 votos a favor, 66 en contra y 52 abstenciones. La resolución reza que «ambos regímenes cometieron asesinatos en masa, genocidios y deportaciones, y fueron los causantes de una pérdida de vidas humanas y de libertad a una escala hasta entonces nunca vista en la historia de la humanidad».
Los europarlamentarios exhortaron, además, que todos los Estados miembros «hagan una evaluación clara y basada en los crímenes y actos de agresión perpetrados por los regímenes comunistas totalitarios y el régimen nazi». A pesar de su trascendencia histórica, esta resolución ha pasado desapercibida para la gran mayoría de los medios de comunicación.
A pesar de la elocuencia de los hechos, que son eso, hechos, ajenos a cualquier valoración, hoy día asistimos en nuestras latitudes a corrientes, y partidos políticos que justifican la U.R.S.S., que catalogan dictaduras atroces, bajo el rótulo de “democracias originales”, como la propia URSS, Cuba o Venezuela.
Nada es casualidad decía. Y no lo es entonces, el hecho de que un 9 de noviembre de 1938 en un caso y de 1989 en el otro, se haya manifestado lo peor del nacismo y se haya derrumbado lo peor del comunismo. Porque son la misma basura liberticida.
Para los amantes y defensores de la libertad, cualquier limitación a ésta constituye un agravio. Porque despreciamos cualquier tipo de dictaduras, las de las ases y las de las hoces.
Con los totalitarismos nada. Todos los seres humanos son respetables, no así sus ideas, cuando éstas, para imponerse, atacan la vida y la libertad de otros. A 31 años de la caída del muro de Berlín, ¡viva la libertad!