Las Cañas alberga a dos refugiados venezolanos que salieron de su país en busca de una mejor calidad de vida, y la pandemia los ha obligado a llegar a Uruguay
El Rionegrense conversó con dos venezolanos que residen en Las Cañas, para conocer los detalles que los trajeron a nuestro país. Salieron hace 6 años con dos historias diferentes, pero con la realidad de una salida forzada en busca de un mejor futuro y de poder ayudar a su familia a la distancia. Un trayecto duro, de soledad, donde solo al que le ha tocado vivir ese desarraigo, puede saber qué cosas puedes pasar cuando te conviertes en un inmigrante.
Hace más de 20 años Venezuela era reconocida como un país de diversos paisajes, donde se gozaba de una estabilidad económica y política con grandes resultados, tanto que en la época de la dictadura, en Uruguay, muchos emigraron a esa tierra que se encuentra frente al mar Caribe y que tiene una de las más grandes reservas de petróleo en el mundo y donde hoy no hay gasolina, no hay gas, ni luz ni agua.
El año 2000 marca el inicio del gran éxodo de los venezolanos por el mundo, las familias venezolanas comenzaron a dispersarse en los 7 continentes del mundo, viéndose obligados contra su voluntad a salir de un país donde pertenecer al partido del gobierno se volvió una orden, una obligación. Pensar diferente cerraba todas las puertas para todo, nunca conseguirías trabajo y si en alguna oportunidad participabas en la recolección de firmas por un referéndum quedarías vetado de por vida, teniendo que salir de tu país sin otra alternativa, teniendo que arrancar tus raíces, el amor por tu patria, guardar a tu familia en fotos en una maleta y buscar un nuevo rumbo, una nueva vida para poder apoyar y ayudar a la mitad de tu vida que dejaste atrás.
Esta es la historia de dos refugiados venezolanos que cumplen sus 7 días de cuarentena en la policlínica de Las Cañas. Llegaron provenientes de Perú y Argentina respectivamente. Hoy están siendo atendidos por el equipo de la Dirección de Salud Departamental, quienes están pendiente de toda la situación y el cumplimiento de los protocolos sanitarios.
Ever Alexander Cabarcas es oriundo del estado Barinas, y con tan sólo 18 años llegó a la frontera entre Colombia y Venezuela solo con el pasaje hasta ese lugar. De ahí en adelante dependió de las ayuda que le prestaban las personas que se encontraba en su camino, y quienes, sin recibir nada a cambio, lo ayudaron un transitar un largo trayecto. Hoy, Cabarcas, tiene 22 años y comenzó su viaje por Colombia, luego vivió un tiempo en Ecuador hasta establecerse en Perú, pero tristemente la crisis causada por la pandemia que golpea al mundo lo dejó sim empleo, y así llegó a Uruguay. Salió solo con la cedula de identidad, sabe hacer muchas cosas, lo que ha permitido trabajar en restaurantes, en construcción “de todero como decimos nosotros”, afortunadamente pudo hablar con su mamá gracias a las personas que lo atendieron al llegar, por ahora espera al sábado para poder tener el resultado del hisopado correspondiente y así “seguir nuestro camino”.
El segundo refugiado es Saúl Rengifo de 32 años, hace cuatro años llego a Argentina y enfatiza “creo que el vuelo donde yo llegue fue el último de Conviasa de Venezuela- Argentina”. Estuvo viviendo en Buenos Aires y Córdoba. Le contó a El Rionegrense que cuando empezó el decline económico en el vecino país, “me quede sin empleo, trabaje en Rappi, como delivery me robaron como dos veces, viví en una villa llamada Ciudad Oculta, me robaron casi todas mis pertenencias, me deprimí y no quise estar más allá porque la plata no me alcanzaba y decidí salir“.
Rengifo cuenta que su familia, integrada por sus padres, no sabe dónde está. Hablo con una prima y espera estar en Montevideo para comunicarse con ellos, poder contarles y que sepan dónde está, ya que tiene más de ocho días sin comunicación con ellos. Su expectativa es llegar a trabajar, poder ejercer como electricista que es su profesión. “Se de todo, estudié las posibilidades del país, tengo conocidos acá que me dicen que es un país que está estable, donde se puede trabajar, como todo, al principio se puede hacer difícil pero con esfuerzo se puede salir adelante, con empeño y responsabilidad. Durante el trayecto tenía mi alcohol en gel, mi tapaboca, evitando el contacto físico, aunque estuvo solo todo el camino con un permiso que se llama “CUIDAR” que me permitió viajar en el tren y pasar los distintos controles”.
Dos historias diferentes, con un mismo objetivo, trabajar y salir adelante. Cuando se les preguntó que escuchaban de Venezuela respondieron “que no se puede vivir, ni siquiera se puede trabajar porque no te alcanza la plata ni para comer bien, no está para vivir” respondió Cabarcas.
Mientras que Rengifo dijo “yo quería volver a mi país, sinceramente de corazón, pero mis padres me dijeron que no, que no me fuera, que el país está dolarizado, que hay personas que pueden subsistir. Mis padres me contaron que allá es una lucha día a día, no hay gasolina, que me quede por aquí, que desde aquí puedo ayudar de otra manera. Tenemos que seguir adelante porque volver a Venezuela, no se puede”.