Columna de opinión por Fernando Doti
Hace poco la multinacional Spotify anunció la posibilidad de su retiro de nuestro país, fijando el mismo, para el mes de febrero de 2024. Ello, según una carta de la empresa, como consecuencia de “la falta de claridad sobre los cambios en las leyes de derechos de autor incluidos en la ley de Rendición de Cuentas de 2023, y la confirmación de que cualquier costo adicional es responsabilidad de los titulares de derechos, Spotify lamentablemente comenzará a eliminar gradualmente su servicio en Uruguay…” La plataforma interpreta que las modificaciones incluidas en la Rendición de Cuentas harán que tengan que pagar dos veces por la misma música, lo que haría su negocio sea insostenible en el Uruguay.
Ahora bien, ¿qué fue lo que llevó a la regulación que origina la salida? Pues como no podía ser de otra manera, una vez más, el intervencionismo estatal y su fábrica inagotable de generación de miseria. Una vez más, el gobierno multicolor ha sido funcional a los grupos de presión (ya pasó hace unos meses con la sanción de la ley 20.078, solo por citar solo un ejemplo). En este caso, accedió a un pedido de la Sociedad Uruguaya de Intérpretes. Según la vocera de la sociedad referida, “Ellos (en referencia a Spotify) van a pagar lo mismo, lo único que queremos es que se reparta mejor. Que haya una legislación para que después podamos ir a negociar con ellos el porcentaje que nos corresponde.” El proyecto de ley contempla que en todos los acuerdos entre artistas y compositores se debe asegurar “el derecho a una justa y equitativa remuneración por su explotación”. En caso que no haya acuerdo por ese pago, el monto se establecerá por “juicio sumario por la autoridad judicial competente”.
La normativa no solo que es nefasta por sus efectos económicos perjudiciales (Según la empresa, el año 2022 permitió que la industria uruguaya de la música crezca un 20% en 2022 y generó ingresos por USD 40.000 millones a nivel mundial), así como la privación a la gente de una herramienta digital de uso masivo, sino además, refleja un desconocimiento de las más elementales reglas de la economía, en particular en lo que refiere al sistema de precios.
Toda la economía se basa en un sistema de valoraciones subjetivas, en donde los intercambios son voluntarios, exteriorizando en el mercado las antedichas valoraciones. Siendo así, para arribar al concepto de precio, es necesario entender la praxeología, esto es, la acción humana. Esa acción se lleva adelante a partir de las valoraciones previas que tengamos, las cuales, a su vez, estarán influenciadas por varias circunstancias: la escasez del producto que deseamos, la disponibilidad de dinero en un contexto determinado, la utilidad que nos reporte, también en un contexto determinado. Es recién a partir del cúmulo de dichas circunstancias subjetivas que cada persona, externalizará su preferencia en el mercado. De esa mixtura o concurrencia entre la valoración de quien necesita algo, con la de quien lo pone a disposición, esto es, las distintas valoraciones entre comprador y vendedor, nacerá el precio. Es por ello que deviene necesario para la formación del precio, que existan valoraciones diferentes y en intereses opuestos, entre los sujetos intervinientes en la operación de compra y venta. Esto conduce al concepto de utilidad marginal. Siguiendo a ROTHBARD, ésta “es el fin que deberá quedar sin satisfacer como resultado de la pérdida de la unidad… cuanto mayor en la oferta de un bien, menor es la utilidad marginal; cuanto menor es la oferta, mayor es la utilidad marginal… La Ley de utilidad marginal no se basa en ningún supuesto psicológico o fisiológico, sino en la verdad praxeológica de que la primera unidad de un bien se usará para satisfacer la necesidad más urgente, la segunda unidad para satisfacer la más apremiante entre las que restan, etc.” ( Rothbard, Murray. El hombre La economía y el Estado. Tratado de principios de economía. Unión Editorial. 2ª edición. 2021.)
En otros términos, podemos afirmar que valoramos un bien según la cantidad de usos que le podamos dar. Cuantas más cantidades tenemos de ese bien, disminuye su valoración las sucesivas cantidades. No es lo mismo un billete de mil pesos para una persona de ingresos altos, que mil pesos para una persona de ingresos muy bajos.
Ricardo Manuel ROJAS, brinda un ejemplo al respecto que resulta muy coloquial: “Como simpatizante de Boca Juniors, puedo valorar mucho la posibilidad de asistir a un partido de fútbol. Si encima fuera la final de un campeonato en el que Boca se puede consagrar campeón, lo valoraría más aun. Por lo tanto, podría estar dispuesto a invertir mucho dinero en conseguir un boleto para asistir a ese partido, e incluso quizá un poco menos por unidad, para adquirir dos boletos e invitar a mi novia o a un amigo para que venga conmigo. Pero si tuviera diez boletos en mi poder, y me ofrecieran el décimo primero, ese boleto ya no tendría el mismo valor, pues ya habría cubierto los usos principales que quisiera darles. Yo seguiría valorando de igual manera a Boca Juniors, y también seguiría valorando de igual manera la posibilidad de asistir al partido final, pero la unidad undécima de boletos que me ofrecen, una vez que ya cubrí los boletos para invitar parientes y amigos, no tendría el mismo valor para mi. En definitiva, en términos económicos, lo que valoro no es el bien en abstracto, sino la utilidad de la unidad involucrada en la negociación, o lo que es igual, el valor inferior que para mi tiene una unidad disponible, si soy vendedor, o el valor superior de dicha unidad si soy comprador.” ( Aut. Cit. La inflación como delito. Unión Editorial 2022. Pág. 61.)
De modo tal que los precios, surgen de la acción humana, de la interacción de los individuos dentro de la sociedad, en donde cada una de esas interacciones son libres y espontáneas, con estimaciones de ganancia recíproca. Cuando usted va al comercio de la esquina, al retirarse y luego de pagar, ambas partes se dan las gracias. Ambas partes vieron satisfechas sus necesidades, una de adquirir el producto que necesitaba y la otra vendiendo y obteniendo el medio de intercambio (dinero) para adquirir otras mercaderías que necesite. De la misma manera debe decirse que un precio no es algo constante, puesto que la utilidad marginal antes analizada, puede variar según las circunstancias. En definitiva, los precios son el resultado de las valoraciones de los individuos y de la escasez relativa de los productos y, por lo tanto, una fuente permanente de información. De lo anterior se desprende que la formación de los precios es el resultado lógico de la acción humana, sin necesidad de ningún tipo de intervención exógena. Pero lo cierto es que, el intervencionismo estatal es un fenómeno que se encuentra muy presente, y que viene a distorsionar este sistema de generación espontánea que es el mejor reflejo de los deseos y voluntad de la gente. Y el caso de Spotify, no es la excepción.
Además de evidenciar la permeabilidad, no solo de este gobierno, sino de todos los que han antecedido, a los grupos de presión, prueba también, el progresismo de buenos modales del actual. ¿Qué es esto de que queremos que se “reparta mejor”? ¿Desde cuando la riqueza es algo que está flotando en el aire? El concepto de reparto, que es lo mismo que decir redistribución, implica distribuir por la fuerza, mediante la violencia del aparato coactivo del Estado, lo que el mercado (que es lo mismo que decir la gente) ya decidió voluntariamente.
Pero por si ello no fuera suficiente, el senador nacionalista Da Silva, dio un consejo a los usuarios de la aplicación, vía twitter, en caso de que esta se retire Spotify del país. Dijo el senador: “Para el caso de que se vaya, algo realmente ridículo, hay otra forma de tener el servicio… Señor compatriota que tiene la Prex para ir a la Argentina, aproveche y se suscribe sin problemas. De nueve dólares pasará a pagar 70 centavos sin impuestos”. Vale decir, recomienda usar la misma tarjeta que adquirieron para su uso en la hermana república, para después, esperarlos en la frontera con escuadrones de aduaneros y policías, desplegando recursos humanos y materiales que bien podrían destinarse al combate del delito de verdad, para quitarle el surtido, en lo que evidencia un proteccionismo que se da de bruces con la sociedad libre que prometió y no cumplió, el presidente al asumir su mandato.
Según informa INFOBAE, de concretarse la salida de Spotify, Uruguay pasará a integrar una lista de naciones donde la plataforma no opera: Corea del Norte, China, Siria, Irán, Rusia y Cuba, todos países enemigos de la sociedad abierta. Es increíble como elegimos caer del lado del este del muro. De concretarse la salida, seguramente unos muy pocos se sentirán triunfantes. Mientras tanto, acá nos vamos a quedar con todos los derechos, con todas las regulaciones, con todas las protecciones, con hermosas sentencias, pero sin fuentes generadoras de riqueza.
Como el Uruguay no hay…