Por Javier de León.
Si uno, bien equivocado y bien aislado del resto de la realidad, sólo se dedica a leer los estados de Wapp del presidente de Peñarol, Ignacio Ruglio, y algunas otras publicaciones en ese caldo de fermento de cualquier cosa que son las redes sociales, concluirá entonces que una mano macabra y bien planificada, ha convertido este mundo en un lugar dónde Peñarol es sistemáticamente perjudicado por los arbitrajes, los tribunales, los periodistas, el presidente de la AUF, y de repente, hasta por los pájaros que andan por allí volando.
Y entonces, en un extremo parece que está Peñarol, y en el otra, el resto de la humanidad que sólo piensa en como perjudicarlo.
¡¡¡Nada más alejado de la realidad!!! ¡¡¡El mundo no está contra Peñarol!!!
Peñarol, su presidente, ha escrito y declarado públicamente, induciendo a pensar, y a veces dicho directamente en forma explícita, que en forma premeditada se ha atacado a la institución. Con mala intención.
Cualquier interpretación con mínimo sentido común concluirá de las palabras de Ruglio que la mala fe de quienes deben juzgar a Peñarol, lo han perjudicado.
Seamos claros. Los jueces son seres humanos y se equivocan. Pero no es a propósito ni de mala fe, en el 99,99 por ciento de los casos.
Peñarol ha vuelto a la línea del Contador Damiani post- quinquenio, esto es entre 1998 y su fallecimiento en el 2007, que sólo trajo aislamiento y ganar enemigos en cada rincón de la Asociación Uruguaya de Fútbol.
Peñarol no hace autocrítica. Y si la hace, no es suficiente. Peñarol reparte culpas únicamente hacia el exterior, y se olvida de las propias. Y olvida, que básicamente los éxitos y fracasos nacen de la propia gestión más que de una imaginaria mano invisible y perversa que sólo pretende perjudicarlo.
Hoy, con Arezo de 9 y Nacional penando en la cancha, Peñarol es puntero. Y vocifera contra dragones de fuego que imagina quieren enviarlo a la hoguera.
Y gana enemigos, y más enemigos.
Seamos claros: en un país bipolar, dónde el 90 por ciento de la población nace al fútbol como hincha de Peñarol o Nacional, luego, cuándo se integran al arbitraje, a los tribunales o al periodismo, los porcentajes se mantienen.
Pero ya en tareas profesionales y con obligación de ser imparciales, importa más realizar correctamente la tarea que los ocupa que recordar los colores que se abrazaron de niño.
Claro, con tanto palo distribuido por Ruglio, con el bendito “sistema” que cree perjudicarlo, al final, hasta aquellos que supieron simpatizar con los colores aurinegros de niños, terminan ahora de adultos ganando antipatías contra Ruglio, y por ende, contra Peñarol.
¡El mundo no está contra Peñarol! La estrategia debe ser otra. Manejarse con otra cautela, ser equilibrado en las expresiones públicas, buscar cercanías en cada rincón de la Asociación Uruguaya de Fútbol , no ganar enemigos por qué sí, y además, convivir con los errores arbitrales. En caso contrario, será insostenible la acumulación de enemigos.