Por Javier de León
El domingo al mediodía iniciará una nueva final del Mundo. Francia y Argentina dirimirán fuerzas y emergerá un nuevo campeón.
En el aire se percibe un impulso para que finalmente Lionel Messi levante la Copa FIFA. Una onda de simpatía se ha expresado desde diversas partes del mundo, diferentes jugadores, diferentes entrenadores, para que en su último partido en su historia en los Mundiales, Messi finalmente logre lo que busca desde el 2006.
Esa corriente de antipatía que muchas veces han generado los argentinos, hoy está claramente contrarrestada por la onda positiva que nace de la figura de Messi. Pero claro que no es todo cuestión de simpatía o antipatía. Esto es fútbol. Argentina ha contraído un equipo sólido, muy fuerte mentalmente, que cuenta con la frutilla de la torta. El genio de Messi, potenciado en esta Copa, le entrega soluciones futbolísticas excepcionales cuando el partido se complica. Argentina no es brillante equipo, pero tiene con qué ganar el Mundial.
A su frente Francia. Con otro figura superlativa, Mbappe, que cuando pica deja el tendal. Además, un Griezmann todo terreno, de gran Mundial, decisivo en área enemigo, y figura en todas partes del terreno
Un último detalle, curiosidad, casualidad o cómo usted prefiera juzgarlo. Las dos figuras emblemáticas de los finalistas juegan en el PSG francés. Los duelos del PSG es la family’s real Qatari. Y aquí, en Doha, ante los ojos del Mundo, definen el Mundial. Mejor guionado, imposible.