El domingo el Estadio Centenario una vez más fue testigo de una PRIMERA VEZ.
La final Intercontinental Sub-20, entre el Campeón de SudAmérica, Peñarol, y el campeón de Europa, Benfica, tuvo su primera edición en Montevideo.
La iniciativa que nació del presidente aurinegro Ignacio Ruglio encontró rápido eco en el vicepresidente de AUF, Gastón Tealdi, y de allí al presidente de Conmebol, Alejandro Domínguez. Se activaron los contactos con UEFA, y así nació esta nueva competencia entre ambos continentes.
GRAN FIESTA
La fiesta fue estupenda. Casi 50 mil personas en un domingo de tarde a pleno sol en el Estadio Centenario. Record para un encuentro de la categoría Sub 20. Las banderas y las camisetas amarillas y negras en las cuatro tribunas, en un marco excepcional.
Desde muchos días antes las localidades volaron en manos de los hinchas de Peñarol. Se agotó la Amsterdam y la Olímpica, quedaron muy pocos lugares en la América, y la Colombes también tuvo buena concurrencia.
Ante la CONMEBOL Y LA UEFA, Uruguay y Peñarol salvaron con nota la organización del espectáculo, y además, le pusieron un marco que difícilmente se hubiera logrado en Portugal. El Estadio casi repleto abre la puerta para que las finales Intercontinentales Sub-20 vuelvan a jugarse en años venideros.
PERO SIN TRIUNFO
Peñarol jugó mejor que Benfica en los primeros 45 minutos, pero no pudo concretar. Maximo Alonso, que jugó sobre banda derecha, no resolvió bien en dos ocasiones que dispuso. Nico Rossi, sobre la izquierda, no respondió a las expectativas, y Oscar Cruz por el centro del ataque jugó interesante encuentro, pero sin quedar de cara al gol.
En el complemento, los aurinegros se cayeron durante 15-20 minutos, que fueron clave. Allí crecieron los portugueses, se arrimaron al arco local, y en una desatención, encontraron el único gol. Pelota que nació de corner y fue peinada en el primer palo para que en el segundo apareciera sólo Luis Semedo para facturar.
En los últimos 15 apuró el aurinegro, metió a los lusos contra su arco, tuvo una gran chance Matías Ferreira que salvó el golero Soares, se llenó de emociones pero no alcanzó el empate.
LAS FINALES SE HICIERON PARA GANARLAS
Peñarol dejó buena imagen, fue competitivo, pero perdió y se quedó sin corona.
Y las finales se hicieron para ganarlas. Lo demás no alcanza.
La afirmación no quita destacar el esfuerzo del aurinegro, las ocasiones para llegar al empate, pero en una final, sólo vale el resultado.
Los uruguayos hemos ganado muchas finales a lo largo de la historia por razonar justamente así: en las finales sólo vale el triunfo, y los méritos quedan de lado.
La reiteración de la actuación interesante de Peñarol durante los 90 minutos, pero sin victoria, se emparenta con una claudicación.
Es un riesgo que no debemos correr.
Todo bien con los méritos, pero sin olvidar que las finales se ganan o se pierden. Lo demás, es accesorio.
No es casualidad que un pequeño país de poco más de tres millones de habitantes haya sido cuatro veces Campeón del Mundo y 15 veces, Campeón de América.
Es porque nunca le avisaron las victorias eran imposibles. Y entonces transformó las utopías en hermosas Vueltas Olímpicas.