Por Fernando Doti.
Transcurrida la mitad del mandato del gobierno, es bueno realizar un balance de lo que hasta ahora ha sido su accionar.
Muchos esperábamos con ansias un cambio de las políticas estatistas y de endeudamiento en relación a los gobiernos que le precedieron. Pero lo cierto es que, tuvimos más de lo mismo.
Este nuevo gobierno, aceptó y continuó las políticas estatistas, con lo cual no ha hecho más que acceder a las demandas socialistas y abrir las compuertas para el retorno al poder, de la representación del Foro de San Pablo en Uruguay.
Ejemplos abundan, pero para muestra una enumeración que en modo alguno deviene taxativa: extensión de seguros de paros especiales a trabajadores de distintos sectores de la actividad, con lo cual, se violenta la igualdad ante la ley de todos los trabajadores de la República, privilegiando a unos sobre otros, en virtud de la capacidad de lobbie que tengan. Renovaciones de contratos millonarios con ONGs feministas que después le hacen campaña en contra. Ideología de género intacta, vivita y coleando. Jornales solidarios, lo que se anunciaron con bombos y platillos y no son más que otro subsidio encubierto, que constituye un desvío fatal de recursos del sector privado al público, con lo que se impone compulsivamente trabajo en el área estatal en detrimento de los requerimientos del mercado. Tarjetas de reducción del IVA para los beneficiarios del Mides, es decir, más de lo que se criticaba cuando se estaba en la oposición. La pobreza y la demagogia parecen ser presupuestos indispensables para los gobernantes. Más endeudamiento: en estos últimos días el gobierno anunció que “se invertirán 905 millones de dólares en obras viales en 2022”. Sobre el punto, es necesaria una aclaración: no existe tal cosa como la inversión pública. La inversión implica necesariamente ahorro previo que es la abstención de consumo presente. Cuando hay ahorro previo se invierte, y ésta inversión tiene lugar porque se estima que el valor futuro será mayor que el presente. En el caso de las “inversiones públicas”, carece de sentido puesto que, el dinero empleado se obtuvo coactivamente de los ingresos de los contribuyentes. En otros términos, la “inversión pública” no es inversión porque no procede de estimaciones libres y voluntarias de los titulares del dinero. En puridad lo que significa es más gasto público.
Sigamos: se prometió la desmonopolización de ese monstruo grande que pisa fuerte y arremete contra el bolsillo de los uruguayos, como lo es Ancap, y el mismo sigue también, vivito y coleando. Seguimos alimentando un elefante a galletitas.
Sigue el monopolio del BSE en materia de servicios de salud en accidentes de trabajo. También el Correo, tan deficitario como siempre, sosteniéndose a partir de la extracción coactiva de ingresos de la gente, sin perspectivas en el horizonte de eliminarlo. Idénticas consideraciones con el INUMET. Hoy día existen más de quince aplicaciones por lo menos que nos indican el pronóstico del clima, sin necesidad de tener este órgano público, con funcionarios públicos, directores puestos a modo de premios consuelo y encima con un ¡departamento de género! (Será acaso, para distinguir la presencia de tormentas y tormentos).
Y como expresara, la lista no es taxativa.
Ante los reclamos de quienes esperábamos otra cosa, enfocada en el respeto recíproco, se nos plantea el contra fáctico: “ah pero con el FA hubiera sido peor! ¿Qué preferís, que vuelvan?” El tema es que no se trata de quien comete más o menos desatinos, sino de lo que verdaderamente se trata es de correr el eje del debate, para enfocarnos en soluciones que permitan generar capacidad de ahorro en la gente, lo cual trasuntará en posterior inversión y/o consumo, pero en cualquiera de los casos, implicará la reasignación de los siempre escasos recursos, en la economía.
Es necesario correr el eje del debate y salir de la coyuntura que nos asfixia día a día. La diferencia hoy, entre esta falsa grieta que nos quieren hacer creer que existe, es que unos (los actuales) se presentan como mejores gestores del producto del esfuerzo ajeno, es decir, de las mismas políticas ya conocidas y fracasadas. Una suerte de megalomanía asombrosa y mentirosa.
Cambiar de verdad no es una faena para timoratos, para los amantes del status quo. Ejemplos en el mundo sobran, de países que se animaron a correr el eje del debate y girar hacia una sociedad abierta. Nueva Zelanda e Inglaterra son un claro ejemplo, con sus reformas liberales en los ochenta que los posicionaron a la vanguardia. Otro ejemplo de tomar el toro por la guampas, e ir al fondo de una vez, fue lo que sucedió en la Alemania de la post guerra, con la reformas llevadas a cabo por Ludwig Erbard, quien en contra de la opinión de todos los adoradores del status quo, sorpresivamente anunció la eliminación de todos los controles de precios y subsidios existentes. El resultado fue lo que se conoció como “el milagro alemán”, que de milagro no tuvo nada, simplemente se trató de hacer lo que hay que hacer.
Mientras tanto, el segundero no para de correr y no tenemos siete vidas como los gatos. Es hoy y es ahora, como decía el slogan de campaña del presidente. No hay que hablar de transiciones y gradualismos, en aras de ser políticamente correctos, hay que ir al fondo de los problemas y cambiar de verdad. Pero para ello hay que tener claro el rumbo. Como decía Séneca “no hay vientos favorables para el navegante que no sabe hacia donde se dirige”.