Por Javier de León.
El inefable Contador Damiani, entre sus mil frases, tenía una que viene como anillo al dedo para este final de ciclo del Maestro Tabárez. “Cuando estás por irte de un cargo importante, hasta el café te lo traen frío”. La proximidad con el retiro quita autoridad. En Uruguay y en Japón. Ayer, hoy y siempre.
Tabárez ha dicho que se retirará luego del Mundial de Qatar. Si clasificamos, claro está. Ese horizonte temporal, que en ninguna otra Eliminatoria existió, ha cambiado las circunstancias. Ya no tiene superpoderes. Se le cuestionan decisiones cuándo antes ni siquiera se le preguntaba.
Han cambiado varias cosas. La principal, además de su retiro anunciado, es que ya no cuenta con los supercracks, que sumado a una estructura futbolística y administrativa elaborada a consciencia, facilitaba los resultados.
Tenemos mucho menos plantel que el que nos creemos. Porque los fenómenos de otrora, Suárez, Cavani, Godín, son bastante menos fenómenos ahora, y los que están llegando, no son tan fenómenos como los de otrora. Debemos asumir que estamos casi condenados a sufrir una transición, que como cualquier transición entre generaciones, será dura.
Entre viernes a mediodía y domingo a la misma hora, la continuidad de Tabárez prendió de un hilo. Estuvo más afuera que adentro del cargo, como nunca había sucedido desde el Mundial de Sudáfrica hasta estos días.
Fue ratificado por varios motivos. El diálogo que tuvo con el Consejo Ejecutivo de la AUF el sábado de tardecito en el Complejo Celeste por espacio celeste fue importante, pero no fue lo más decisivo.
Seguramente influyó más el escaso tiempo que cualquier entrenador tendría si era designado ahora, con dos partidos en noviembre, y una lista de reservas que debe conocerse ya este viernes. Además del escaso tiempo que cualquiera tendría para entrenarse con el grupo, un día a lo sumo.
Pero también, que el conocimiento del grupo y las circunstancias que tiene Tabárez lo ponían hoy en las mejores condiciones para dirigir en los dos partidos de noviembre.
Hay más motivos. Como cuándo se plantea cualquier cambio, hay que tener clara la alternativa. Y en este caso, no estaba clara. No había un nombre que conformara plenamente, y como agregado, echar a Tabárez, era recibir a otro entrenador de apuro, sin el más mínimo margen de negociación por parte de la AUF. Si el nuevo técnico, pedía el doble de la remuneración actual de Tabárez, embretados y sin tiempo, los dirigentes estaban obligados a decir que sí.
La lectura anterior conduce a una conclusión simple. Por más que públicamente se exprese que Tabárez se quedará hasta el final de las Eliminatorias, se le juzgará nuevamente luego de los partidos del 11 noviembre ante Argentina y 16 noviembre ante Bolivia. Allí, con dos meses y medio antes de iniciar el ciclo de los últimos cuatro juegos de Clasificatorias, es otro cantar.
Pero hay otra cuestión que resulta por demás interesante. Se le cuestiona al técnico que está aislado, que no responde a ninguna jerarquía, y que sus decisiones son absolutamente personales. En definitiva, que siendo un dependiente del poder político de la Federación Uruguaya, actúa absolutamente como un ente autónomo.
Este cuestionamiento nos remite a la fábula de la lengua del esclavo Esopo, en la antigua Grecia. La lengua es lo mejor del mundo, porque es capaz de transmitir los más bellos poemas, el amor más puro y los sentimientos más fuertes. Pero también es lo peor del mundo, porque es capaz de herir, lastimar, mentir, provocar guerras. Todo depende de las circunstancias.
En este veleidoso mundo en el que vivimos, la evaluación de los hechos y los procedimientos empleados, pasan por el tamiz de los resultados obtenidos. Si se gana, todo estuvo bien hecho. Y si se pierde, así haya sido el mismo procedimiento empleado, fue un error.
El Maestro Tabárez construyó una fortaleza en torno a la selección uruguaya que le permitió aislarse de los vaivenes políticos de la Federación Uruguaya. En estos 15 años, mientras él fue el único técnico, hubo 7 presidentes de la AUF: Corbo, Rivero, Bauzá, Valdez, Welker, Bordaberry, Alonso.
Él tomaba las decisiones, él no dependía de nada ni nadie. Cuándo cambiaba el presidente de la Federación no había hecatombe, porque la estructura de la celeste estaba por fuera de los ámbitos político deportivos.
Mientras se ganó, todo bien. Mientras se clasificó a los Mundiales, se fue cuarto en Sudáfrica, se le ganó en tres días a Italia e Inglaterra en Brasil 2014, o se fue quinto en Rusia, eliminando a la Portugal de Cristiano, el procedimiento empleado por Tabárez era el correcto.
Ahora, cuándo la selección deambuló con su impotencia ante Argentina y Brasil, es un disparate que un “empleado”, Tabárez, no reporte directamente a sus “jefes”, los dirigentes.
Hace dos años, la tarde de la eliminación en la Copa América de Brasil, Tabárez, de caliente nomás, dijo lo que pensaba sin medir sus palabras: “Yo no le debo explicaciones ni a usted ni a nadie”, ante el cuestionamiento de un periodista. Un disparate, decir “no le debo explicaciones a nadie”, cuándo él es un funcionario rentado de la Federación Uruguaya. Pero así fue como funcionó. Y mientras se ganó, nadie, pero nadie, ni los dirigentes, ni la afición, se preocupó o cuestionó los procedimientos.
Lo dicho. En este veleidoso mundo, los resultados avalan o no a los procedimientos. Porque el hombre piensa como vive, y no vive como piensa.
Hay otra historia, todavía más gráfica. Hace unos años, un muy importante dirigente de la Federación Uruguaya, le preguntó por un futbolista. La respuesta de Tabárez fue terminante: “Si usted quiere, hablamos de fútbol. Pero de MI SELECCIÓN, con usted no hablo”. Y nadie le dijo nada, en su momento. Porque la selección sumaba victorias.
Hoy, después de deambular en la cancha ante Argentina y Brasil, sin oponer casi nunca resistencia, y a las puertas del retiro, los dirigentes de la AUF se pusieron firme y lo llamaron para dar explicaciones. Esta historia se está escribiendo, y nadie tiene certeza sobre el final.