por Javier De León
Ganó adentro y afuera de la cancha, festejó la victoria en el Parque Central 92 años después del último clásico jugado en la “Quinta de la Paraguaya” , sacó seis puntos a Peñarol en la tabla del Apertura, y se fue pipón en la tarde del domingo. Nacional celebró en un clásico que será recordado como “el del avión” y que dejó demasiadas puntas para el comentario.
El sábado de noche, después de la eliminación de Uruguay de la Copa América, se conoció públicamente que Eduardo Ache había viajado junto al delegado de Nacional, Enrique Campos, en un vuelo privado, y al perder Uruguay, se llevaban a los tres jugadores albos, Sergio Rochet, Brian Ocampo y Camilo Cándido, de regreso inmediato para Montevideo. La decisión había sido conocida tres horas antes del partido por el presidente de AUF, Ignacio Alonso, y por el golero tricolor, Sergio Rochet.
Formalmente, Nacional operó al límite de los reglamentos, y ninguno de sus actos, desde el punto de vista formal, son objetables. La del sábado no fue la primera vez que toda la delegación uruguaya no retorna unida a nuestro país. De hecho, hemos visto en Copas América y Mundiales futbolistas que salen despedidos luego de una eliminación para jugar rápidamente con sus equipos, u otros, que inician vacaciones con sus familias, y desde el lugar de la competencia vuelan hacia destinos de playa en lugar de regresar con toda la delegación. Y nunca pasó nada.
Pero en este caso, había un clásico de por medio, y la sensibilidad estaba a flor de piel.
ACTIVOS INTANGIBLES DESTRUIDOS
Paralelamente, si bien desde lo formal no es cuestionable cómo actuó Nacional, la noche del sábado destruyó Activos Intangibles, de gran importancia. ¿Cuáles? Por un lado la confianza interna en el Ejecutivo. Eduardo Ache no operó, pero fue el garante desde su posición de poder y su innegable trayectoria, como también su cargo en el Ejecutivo de AUF, para que el delegado de Nacional Campos pudiera concretar el retorno inmediato de sus jugadores. Y Ache sabía, seguramente al menos desde el viernes, cuáles eran los planes de Nacional, e informó al presidente de AUF recién el sábado tres horas antes del partido de Uruguay ante Colombia. Queda claro que en el delicado equilibrio político de los grandes en el fútbol uruguayo, si Alonso hubiera sabido antes lo que ocurriría el sábado de noche, hubiera informado mucho antes a Peñarol. Formalmente nada para objetar, pero hay algo que se llama confianza, y quedó resquebrajada.
Los jugadores quedaron en posición incómoda con sus pares de la selección, y esa sensación de grupo monolítico también se vio afectado. Otro activo intangible roto en la noche del sábado. Y por último, si bien es cierto que han existido casos de futbolistas con retornos inmediatos luego de un partido, siempre fue consensuado, informado, y organizado con la Gerencia Deportiva de la AUF. Y esta vez, fue entre gallos y medianoches, discusiones en el lobby del hotel, y a las corridas. La sensación de organización que ha llevado la selección de Tabárez durante años también quedó manchada
Y EN LA CANCHA
Los jugadores de Nacional llegaron pasadas las cinco de la mañana del domingo a Montevideo, descansaron, y Capuccio mandó a los tres a la cancha. Cuál un libreto escrito por la pluma y la imaginación de Julio Verne, resultaron absolutamente decisivos. Ocampo y Cándido con los goles, Rochet con un par de atajadas fundamentales, dejando su arco en cero.
Los futbolistas de Peñarol, Facundo Torres y Giovanni González, durmieron en Brasil, partieron en la mañana del domingo y llegaron cerca de la una de la tarde. El clásico era a las tres y media. Además, Torres había jugado medio tiempo la noche anterior.
Peñarol decidió que durmieran en Brasil, en lugar de partir de madrugada en el vuelo que se consiguió de apuro, luego de saberse cómo estaba actuando Nacional. Pero llegando a la una de la tarde, y con Torres que había jugado un rato ante Colombia, no era sencillo mandarlos al campo como titulares.
El primer tiempo del clásico fue parejo y discreto. En el complemento, cuándo entró Facu Torres, Peñarol fue claramente superior. Resultaba imparable por su sector. Pero la genialidad de Ocampo, promediando el segundo tiempo, luego de un gran cambio de frente de Mathias Laborda, abrió la lata para Nacional. Y como goles son amores, Peñarol sintió demasiado el impacto y se cayó. Aún más, Cándido quedó como volante por izquierda en eficaz variante que ensayó Capucció, robó una pelota en la salida de Peñarol y definió como un maestro. ¡Golazo!
El “clásico del avión” fue para Nacional , que desde el martes evaluó los distintos escenarios que podían presentarse el sábado a las nueve de la noche, con Uruguay eliminado o clasificado, montó la logística con tiempo para traer a sus futbolistas, jugó con los reglamentos en el límite mismo, planificó Capuccio el partido con plan A y con plan B, los recibió él mismo a las cinco de la mañana en el aeropuerto antes que fueran al hotel a descansar, arriesgó y los mandó a la cancha, y después, el bendito destino jugó a su favor, y cuál novela imaginada y escrita por dioses tricolores, convirtió en héroes definitorios del” clásico a los tres viajeros de la noche del sábado en Brasilia.