Por Fernando Doti.
Desde que tengo uso de razón, vengo escuchando sobre la falta de trabajo, la falta de oportunidades, que los más preparados tienen que emigrar, planes anunciados por los distintos gobiernos tendientes a “reactivar el marcado de trabajo”, etc.
Desde hace cien años aproximadamente, se viene interviniendo el mercado de trabajo con regulaciones y más regulaciones, en un proceso que ha sido ascendente, o podríamos llamarlo de inflación legislativa. En otros términos, cada vez resulta más oneroso contratar a alguien. Resulta llamativo esto, toda vez que, el recurso por excelencia que existe en la tierra, es el trabajo. Sostiene uno de los intelectuales más brillantes en la actualidad del continente, el Dr. Benegas Lynch (h), que cuando los arreglos son libres y voluntarios, nunca, bajo ninguna circunstancia, sobra aquel factor que es escaso, esto es, nunca hay desempleo forzoso. Y pone como ejemplo el siguiente: Si llegamos a una isla como náufragos, podemos pensar que como no hay trabajo nos podremos quedar quietos sin hacer nada. Claro que no. Enseguida hay que ponerse a trabajar, puesto que de lo contrario pereceríamos por inanición. Nadie entonces va a estar desempleado, todos van a tener una tarea para hacer. Se podrá decir que en ese contexto los ingresos van a ser bajos. Sí, es cierto. Pero ese es otro tema, al cual ingresamos a continuación. ¿Por qué hay desempleo entonces? Porque no hay acuerdo libres y voluntarios en el mercado de trabajo. Las llamadas conquistas sociales, terminan perjudicando a los trabajadores y sobre todo, a los menos preparados y a los que aspiran a trabajar y no pueden. Un ejemplo de ello, es el salario mínimo que lejos de ser un beneficio, es una barrera, un obstáculo para los habitantes menos preparados, para ingresar al mercado de trabajo. En otros términos, los excluye del mismo. Se cree erróneamente que el pago de salarios altos depende de la previsión que diez tipos puedan hacer entre cuatro paredes en una oficina del M.T.S.S., en los Consejos de Salarios, o de la sensibilidad social que tengan empresarios, gobernantes y/o sindicatos. El nivel de los salarios depende SOLO Y EXCLUVISAMENTE DE LAS TASAS DE CAPITALIZACIÓN. ¿Qué son las tasas de capitalización? Son equipos, instalaciones, maquinarias, etc., que hacen que aumente la productividad de la gente. Mayor productividad por unidad de tiempo. No es lo mismo arar con las uñas que hacerlo con un tractor. El tractor es un equipo de capital, que hace que los salarios sean mayores. Se deben generar incentivos entonces para que exista mayor inversión que se traduzca en capital, que permita generar mayor productividad y por ende mayor empleo y mejores salarios. Y en esto nada tiene que ver la cultura de trabajo que puedan tener las sociedades, ni la sensibilidad social del empleador y demás. ¿Por qué un tractorero en Canadá gana mucho más que uno en de África? ¿Porque los empleadores son más bondadosos en Canadá y más amarretes en África? La respuesta es no. La explicación está en las tasas de capitalización. Mientras uno (el de Canadá) trabaja con un equipo de última generación, con aire acondicionado en la cabina, wifi, etc., el otro lo hace muerto de calor, espantando los mosquitos y atando partes con alambre. Siendo así, la productividad por unidad de tiempo será mucho mayor en Canadá que en África, como sucede en la práctica. He aquí la explicación al problema del desempleo forzoso y del nivel de los salarios.
Pero por alguna razón, en el Uruguay estamos empecinados en creer que el problema del empleo es la falta de regulaciones, los malditos empresarios sedientos de ganancias a costa del esfuerzo del trabajador. Por alguna razón, muchos siguen hablando de la plusvalía, la teoría objetiva del valor (un disparate mayúsculo en la historia de la economía) y la lucha de clases, situaciones que nos condenan día a día. El empleo aumentará y los salarios también, el día que dejemos de encomendarnos a la nueva versión de los dioses del Olimpo (gobernantes, sindicatos y cámaras empresariales) y cambiemos el foco de la cuestión. El día que dejemos de correr detrás de la coyuntura y analizar el fondo de los problemas que se nos plantean, partiendo de la base que, como decía EINSTEIN, si seguimos haciendo las mismas cosas, vamos a seguir obteniendo los mismos resultados.