Por Javier de León.
En noviembre del año pasado, una foto recorrió el mundo: el “fueguito” en el Complejo Celeste, previo al partido ante Brasil por Eliminatorias, en torno al cual se encontraban reunidos varios futbolistas uruguayos. La sucesión de contagios dentro del plantel y cuerpo técnico, generó la primera hoguera a nivel mundial. Los clubes europeos se pusieron de punta para la cesión de jugadores a las selecciones sudamericanas para las Eliminatorias, y no es ajeno aquel “fueguito” a lo ocurrido en este último marzo, cuándo debió postergarse la doble fecha en Sudamérica.
Probablemente el “fueguito” no fuera la explicación para todos los contagios en Uruguay, pero la imagen fue tan fuerte, que sumado a la realidad de más de una veintena de contagiados por Covid en Uruguay, terminó en hoguera.
El Complejo Celeste parece condenado a más hogueras, porque otro fueguito, esta vez el de un asado, el pasado jueves, también encendió la mecha de la polémica.
La gestión del presidente uruguayo Luis Lacalle Pou ante la farmacéutica china permitió a la Confederación Sudamericana de Fútbol recibir 50.000 dosis de Sinovac, que permitirá a futbolistas de todo el continente recibir la inoculación correspondiente.
Alejandro Domínguez, presidente de Conmebol, que había estado en marzo en Uruguay, y también reunido con Lacalle, volvió este jueves a nuestro país, al llegar el embarque de las vacunas chinas al Aeropuerto de Carrasco, desde dónde se distribuirán a toda Sudamérica.
El jueves de noche, en el marco de una reunión de trabajo, se prendió el fuego en el Complejo Celeste, para un asado que se extendió por cerca de cinco horas. Allí estaba el presidente Domínguez, acompañado de otras tres personas de su entorno más cercano, más los siete miembros del Ejecutivo de la Asociación Uruguaya de Fútbol; y el Secretario y Sub Secretario Nacional de Deporte, Sebastián Bauzá y Pablo Ferrari.
En juego estaba y está, la nominación de Montevideo como sede única de la final de la Copa Libertadores de este año, seguramente uno de los mayores eventos a nivel continental a desarrollarse en el 2021.
El apoyo país es indispensable para que Conmebol se decida por una sede para la final de la Copa. Por ello se le solicitó al presidente Lacalle que concurriera al asado-reunión. El presidente, junto al Secretario de Presidencia, Álvaro Delgado, estuvo en el Complejo Celeste, y compartió con el resto de los mencionados durante algo más de una hora. Ni se quedó las cinco horas que duró la cita, ni tampoco lo que ocurrió fue que pasó y se fue.
En cualquier otra circunstancia, la lectura de lo ocurrido el jueves de noche en el Complejo Celeste debería ser de gran satisfacción. Uruguay se sigue posicionando firme en el ámbito de la Confederación Sudamericana de Fútbol, hay una relación fluída entre sus dirigentes y la cúpula, pero también existe una excepcional relación entre el presidente uruguayo y el organismo continental de fútbol.
Todo parece derivar que este viernes 7 mayo, cuándo se reúna el Consejo de Conmebol tomará la decisión de fijar el Estadio Centenario como sede para noviembre de la final de la Copa Libertadores.
Pero estamos en tiempos excepcionales, con una pandemia anti-humana, que ha atacado a la esencia del ser humano, que es un ser social, y que precisa del contacto con sus congéneres.
Y aquí entra el juego de las formas y el fondo del asunto. Nadie debería discutir la importancia de la presencia del presidente Lacalle en el asado-reunión del jueves. Pero ante las recomendaciones que se envían desde el propio Poder Ejecutivo de evitar las reuniones sociales, quedarte en tu burbuja, tener distanciamiento, el hecho que Luis Lacalle y Álvaro Delgado hayan participado por más de una hora de una reunión en la que participaron 15 personas, no ayuda.
En el fondo de la cuestión, innegable lo valioso del hecho. En las formas, ciertamente cuestionable.