La cultura de la cancelación -o cancel culture– es un fenómeno que ha ganado visibilidad en los últimos años. Hace referencia a retirar el apoyo o “cancelar” a personas, grupos o instituciones por sus acciones y/o dichos, sean recientes o del pasado. Se trata de una práctica de activismo entre los consumidores, quienes exigen contenidos acordes a las causas y luchas sociales de la actualidad.
Si bien al principio se centraba en personas puntuales, el concepto de cancelación fue evolucionando rápidamente hasta impactar sobre los contenidos. Campañas publicitarias, escenas audiovisuales e incluso personajes ficticios son cuestionados y “cancelados” por amplios sectores sociales. El motivo suele ser que contienen mensajes discriminatorios hacia minorías, fomentan conductas repudiables y muestran poca deconstrucción social.
Este fenómeno social en auge exige a los distintos medios y productoras una mayor conciencia sobre el contenido que socializan. Ahora más que nunca aplica la famosa frase “se necesitan 20 años para construir una reputación y cinco minutos para arruinarla”, y muchas marcas han pagado un caro precio por no cuestionar los mensajes que publican. Algunas empresas incluso han tenido que interrumpir contratos con ciertas figuras o cancelar producciones completas para evitar el daño a su imagen y sus números. Al mismo tiempo, se espera que tomen cartas en el asunto o se disculpen públicamente para mostrar que han entendido la gravedad de la situación y que comparten la visión de la audiencia.
El contexto de aislamiento por la pandemia ha profundizado este panorama. No sólo muchas empresas han aumentado los mensajes que emiten a través de red y creado sus propios sitios web a través de proveedores de hosting, sino que también se ha potenciado una nueva etapa para el activismo social digital.
El mayor tiempo que las personas pasan conectadas a sus dispositivos ha tenido efectos relevantes que se manifestaron en eventos como el movimiento “Black Live Matters”, consolidando una voz que exigía una posición contundente por parte de las instituciones políticas, sociales y económicas.
De acuerdo con un estudio presentado por la firma Ypulse, el 69% de los consumidores jóvenes creen que las marcas necesitan esmerarse para ser políticamente correctas hoy en día, y el 65% evita activamente las marcas que se oponen a las causas que ellos apoyan.
Por supuesto, es posible suponer que muchas marcas ya han entendido esta petición social y tienen en cuenta el valor ideológico de las notas que publican o las escenas que desarrollan. El poder anticiparse a ser “víctimas” de la cancelación es un factor importante para la continuidad y éxito de sus proyectos.
Hoy más que nunca, los responsables de marcas de todo tipo tienen una labor titánica en el desarrollo del rol activista de las empresas. La sociedad está generando presión y exige que asuman una posición respecto a los fenómenos sociales de alta incidencia en el contexto público.
La cancelación se ha convertido en una herramienta de activismo social ante la cual las marcas no podrán hacer caso omiso. Es un fenómeno que requiere mayor responsabilidad y requerirá, como nunca, que empresas y medios se mantengan al tanto de las causas y los valores a los que adhieren sus consumidores.
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