Por Javier De León
Se murió Maradona. ¿Se murió? ¿Nació el mito? ¿Y con Diego que sucedió?
¿Y con nosotros?
Tantas cosas se han dicho y escrito, que es casi imposible no reiterar. Más aún, hace 20 días, en este mismo espacio, tuvimos un fatal adelanto de lo que sucedería el 25 noviembre, al escribir “ Maradona y Diego, dos personas distintas”
Este miércoles se murió una persona cuya salud estaba absolutamente deteriorada hace ya muchos años. Y entonces nació el mito, porque las genialidades y la influencia en un juego colectivo como el fútbol, que tuvo Maradona, no se lo vi a ningún otro jugador. Aclaro que veo fútbol desde 1975 a la fecha.
Casa Rosada es una romería, dónde anticipan que pasarán cerca de un millón de personas para el último adiós al ídolo. Parece una exageración, con coronavirus y distanciamiento aconsejado, pero que será nulo. Pero se trata de Maradona, el último ídolo vivo de los argentinos, y se trata de los argentinos, también.
A Maradona hay que juzgarlo y admirarlo por su obra con la pelota. La persona es otra cuestión.
Maradona fue un genio dentro de la cancha. Afuera, fue un ser humano que vivió como pudo. No tiene la culpa ni es responsable de haber sido endiosado, ni que se pretendiera que fuera elevado a la categoría de referente de la sociedad.
Nosotros, y nadie más que nosotros, tenemos que entender que una cosa fue el artista del balón, y otra, muy distinta, el ser humano que vivió como pudo. Nosotros, somos los culpables si pretendimos que Maradona fuera el ejemplo a seguir.
A los hijos los deben formar el padre y la madre. Es la familia la que debe transmitir valores, no la pantalla de televisión y Maradona. Si le asignamos un rol erróneo, y de paso nos perdimos de disfrutar su arte inigualable con la pelota, peor para nosotros.
Maradona ojalá ahora tenga paz. Y nosotros, regocijémonos con los recuerdos imborrables que nos dejó como futbolista, y no le exijamos un papel para el que nunca tuvo ni capacidad ni vocación.