Por Javier De León
El cumpleaños número 60 de Diego Maradona llegó acompañado de un evento acaso previsible: la internación del 10 argentino y su operación por un edema en el cerebro. Acaso previsible porque la salud del genio del fútbol ha ido de mal en peor a lo largo de su vida.
Es que nunca ha sabido convivir el ser humano con el malabarista en las canchas. Por un lado, está el Diego de Villa Fiorito, aquel chiquilín que nació en un lugar dónde lo único que abundaba eran las necesidades. Creció soñando con un futuro mejor, mientras deleitaba con la pelota en el programa de Pipo Mancera y en los entretiempos de los partidos de Argentinos Juniors.
Por otra parte, el Maradona futbolista que debutó con 15 años, y antes de los 18 ya aparecía en la selección argentina de Menotti. El genio que atravesó fronteras, religiones, clases sociales, para ser conocido en el mundo entero, acaso más que el mismísimo Papa. Esa figura, ese Maradona, constuyó un mito, que terminó destruyendo al ser humano, al Diego.
Hay una anécdota, contada por el periodista argentina Daniel Arcucci, que lo pinta de cuerpo entero. En Suiza, en 1992, en la Clínica La Prairie, en unas de las tantas internaciones de desintoxicación de la droga, andaba Maradona con Arcucci por las calles suizas, y extrañamente sus autógrafos eran poco solicitados. Así un día, dos, tres, hasta que en el cuarto no aguantó más Maradona: » Otro día más así y me mato”. Es que no había aprendido a vivir con la fama, que lo llevó a todo tipo de desbordes, pero tampoco sabía vivir sin ella. No tenía chance de una vida con mediano equilibrio.
¿Qué queda entonces? Uno, que tuvo el privilegio de disfrutarlo en una cancha de fútbol cuándo alzó la Copa del Mundo ante Alemania en el 86, cuándo le hizo los dos goles a los ingleses en aquel Mundial, cuándo su zurda mágica alargó la pelota para que Caniggia convirtiera ante Brasil en Italia 90, debe agradecer poder conservar los mejores momentos del Maradona futbolista.
A Diego… a Diego desearle que se recupere de esta intervención, y si puede, difícil es que encuentre algo de paz en su alma en el tiempo que le queda vivir.