Por Sergio Milesi
Jamás me iría de mi lugar en el mundo.
Mundo al que llegué una fría noche de julio del 71, ahí en la casita frente a la estación de servicio, ahí mismo donde había un pedacito de terreno que transformamos en una canchita, ahí mismo donde todo el día corríamos detrás de la pelota de goma y ahí mismo donde me fracturé el fémur con solo 3 años.
En la escuela 8 fui conociendo la convivencia, los picados al recreo donde la pelota no se veía por la tierra que había, los bailes de fin año, las maestras que ya no están y hoy en cada abrazo con Orfila el recuerdo de tiempos muy felices, conocí a Alicia, mi compañera de toda la vida, competíamos quien tenía la mejor nota pero en el fondo siempre tuvimos esa percepción de que caminaríamos juntos toda la vida.
El baby en Pescadores y el futbol grande donde pintara, ayudando al abuelo con la bolsa de los equipos en Nacional y escuchando la radio cada fin de semana mientras saboreábamos las mandarinas que jamás faltaban en cualquier casa, la canchita del Arsenio era nuestra localía ya en la otra casa, pero íbamos al oriental, la plaza libertad o santa rosa, la cuestión era no perderse ningún picado.
La carpintería me dio responsabilidad y el reparto mucho vínculo, con el Canter infinidad de mudanzas, muchos mandados y algún montaraz; soporté perder clientes nada más que por mi filiación política, a la que jamás renuncié.
Los viejos me dieron lo que nunca voy a olvidar y el destino me dio dos fabulosos gurises, serios, responsables, militantes de la vida, constructores de afecto en Los Pitufos, el 75, la 8 y el Saravay, el Comité de Base, las partidas de ajedrez con el Negro Moreno y las barriadas a la par nuestro.
Con el trabajo social aprendimos que el interés común necesita de personas que se sensibilicen por los demás y con la política nos exponemos a que nos pongan la lupa siempre, hoy nos critican por el trabajo social, ese mismo que hicimos en el 2002 y en otras oportunidades o acaso piensan que aprendimos ahora a compartir nuestro tiempo y nuestras cosas, de esta estamos seguros que queda gente preparada para tender una mano y de saber cuánto arroz lleva una olla para el futuro.
Aprendimos a caminar en política con gente grandiosa, jamás dejamos de participar sea cual sea la circunstancia, nos repusimos en cada adversidad y estuvimos para darle alegrías a nuestro querido FA, los libros de historia dirán que el “Negrito” fue el primer gobernante del pueblo elegido por la gente, y aquí estamos nuevamente dando la batalla junto a entrañables compañeros.
Cada demostración de afecto nos retrotrae a algún momento y a recordar muchas personas, Mérida y su huerta, Coca y el patio, la Doris y sus historias, Carmen y su voluntad, Polincho y su carretilla; no hacemos selfies y seguramente por eso la gente exterioriza susurrando al oído y apretando fuerte con sus abrazos; me hubiera gustado poder detener el tiempo para que mis gurises sigan siendo niños, para acompañar más a mis viejos, para compartir estos momentos con el Cucho y para corregir todos los errores que cometí, a lo mejor lo lograré en una próxima vida.
Necesitábamos un pequeño paréntesis, que fue solo un abrir y cerrar de ojos, teniendo en cuenta los más de 20 años en que hemos estado al servicio de quien lo necesite, intentamos comprender entonces que la exigencia es para quien estuvo siempre y eso no es más que una excelente manera de reconocer lo que hemos sembrado, por eso aquí estamos, para intentar seguir soñando junto a cada habitante y ayudar a construir un Berlín cada día mejor.
Gracias a todos por tantas demostraciones de afecto y por hacernos sentir que nos necesitan todos los días.