Por Idilia Martinez.
Un hombre pequeño, moreno, sencillo, entra al escenario, reverencia suavemente esbozando una sonrisa, las luces bajan y se escuchan los primeros acordes de Chopin, despertando de su larga modorra al clásico piano Steinway & Sons. Y ahí nomas, se acabó el mundo tal y como lo conocimos antes de entrar al mítico Teatro Miguel Young de Fray Bentos.
El virtuosismo de la música de Luis Lugo, produce en quien la escucha una transformación celular poderosa que de pronto te lleva a pasear por las heladas plazas de Rusia y de repente te trae al calor del fuego de un fogón perdido en un pueblo chileno.
Su técnica es única, mezcla de años de formación, de oficio, talento, destreza y amor a las teclas, toca con las dos manos, con una, con la otra, logrando que parezca un juego esa compleja interpretación.
Su humidad trasciende las notas y de pronto ese pequeño señor se convierte en gigante abanderado de las polonesas de Chopin y de Liszt, un defensor de las exquisiteces posrománticas de Rachmaninoff y un cercano amante de la música de Lecuona, que contempla embelesado el chiquilín que miraba de afuera mientras la poesía de Violeta Parra te abraza los recuerdos mas dulces.
Se puede sentir en las notas que atraviesan el aire, las largas horas de aprendizaje frente al piano, las duras lecciones de los rígidos profesores, la soledad infinita de ese joven cubano lleno de calor y sabor perdido en la helada y distante Rusia, los amigos lejanos, el exilio en nombre del arte, la familia lejos de la mesa y las partituras amontonadas la costado de la cama, todo ese pasado se vuelve rico patrimonio en el presente de Lugo, sin todo eso, no habría todo esto, y vaya si valió la pena ese transitar para llegar a esta grandeza que hoy nos comparte.
Su música es transgresora y respetuosa en la misma medida, tanto replica como crea, tanto te eleva como te acuna, quien desde la butaca presta sus sentidos a observarle recibe a cambio una experiencia musical arrolladora que se vuelve marca en el alma, porque ¿qué sentido tendría la música sino es transmutarnos? Luis Lugo consigue eso y mucho mas en su audiencia, consigue aplausos de pie, gritos de alientos, lágrimas y ovaciones entre canción y canción y un aplauso cerrado de largos minutos al final, el teatro se queda en sepulcral silencio cada vez que regresa al piano, la pregunta; ¿que tocara ahora? no puede ni siquiera ser imaginada porque el repertorio es tan variado como sorprendente y no permite anticipación alguna.
Acompañado del violín de Sebastián Estigarribia llegamos al clímax del espectáculo, el piano empuja al violín y el violín empuja al piano y juntos llegan a la excelencia interpretativa en una oleada de frescura y de gozo, previamente nos había enamorado el acompañamiento de la voz seductora de Marcela Melgarejo en “Sabor a mí” quien cerro con un bloque dedicado a Piazolla.
La frutilla de la torta es sin dudas la fusión perfecta que logra entre la música popular y los clásicos, como un detective buscó hasta encontrar esa nota única que une al concierto número dos de Rachmaninoff y el Honrar la Vida de Violeta Parra y los volvió una sola pieza, como si la Staraya Rusa y San Fabian de Alico quedaran a dos cuadras, logra borrar, unificar y limar todas las distancias geográficas musicales y temporales, logrando una pieza tan única como conmovedora.
Dicen que Luis Lugo es el piano de Cuba, yo creo que eso es limitarle, Luis Lugo es el Piano y punto. El piano que recorre el mundo, el piano que despierta y enamora, el piano que acompaña al dolor e invita al olvido, Luis Lugo es el piano de las emociones humanas y que bendición recibimos al haberlo escuchado.
Dos días más tarde aun perduran las notas navegando mis venas, y es que lo efímero del arte se vuelve eterno cuando es excelencia, y excelencia y extravagancia son dos palabras que definen a Luis, a su música, a su estilo. Ahora solo me queda un rezo por delante… ojalá pronto lo vuelva a escuchar, sino quedara este concierto en mi memoria para siempre como la primera vez que vi el Perito Moreno o la primera vez que navegue el rio Ganges, esa inefable experiencia que transforma por siempre nuestra esencia humana.
Idilia Rodriguez Stella.
Licenciada en Comunicación Social.
Productora musical y de contenido de Vision Fm, Fray Bentos.