Por Javier de León
El Estadio Monumental de River argentino estaba hermoso. El campo, hibrido, parte sintético y parte natural, espectacular. Y en las tribunas, los hermanos (¡¡porque son hermanos, che!!), disfrutaban de su regreso a la cancha. El aforo autorizado del 50 por ciento demostraba una vez más que en Argentina la matemática oficial poco tiene que ver con la real. El Monumental estaba completo en un 80 por ciento. Había algunos blancos en la tribuna, sí, es cierto, pero eran pocos. ¡¡Minga que 50 por ciento!!
Allí estábamos, como tantas veces, con la cobertura en directo desde el exterior para un partido de la selección uruguaya. Desde un lugar en la tribuna, celular mediante, para ser heraldos de la actuación de la celeste.
¡¡Volveremos, volveremos!! clamaba nuestro espíritu en nuestro interior. Algunos privilegios que nos permite el oficio de periodistas para dar gracias a la vida, emulando a Violeta Parra. En estas Eliminatorias tan particulares fue la primera cobertura de periodista alguno de nuestro país fuera de fronteras.- Y fue para el departamento de Río Negro.
El sábado de noche conocimos la alineación del equipo de Tabárez. Línea de tres, que invitaba a pensar en que sería una línea de 5, en realidad. Y por delante, cuatro más. Y arriba, Suárez, y gracias.
En la primera media hora, mientras la historia se mantenía cero a cero, funcionó el esquema. Es más, pudo haber convertido Uruguay, porque Suárez tuvo dos chances, en las que definió bien, pero el golero argentino Dibu Martínez, atajó mejor. Pero los partidos duran 90 minutos, exactamente el triple de lo que resistió Uruguay.
Mientras Argentina tuvo una oportunidad clarísima, Lo Celso en el travesaño, pero siguió buscando su destino, la celeste ante el primer contratiempo, ese gol rarísimo de Messi que de centro se convirtió en conquista, se derrumbó.
Bastó un solo gol de los locales para destruir lo que tenía pensado Tabárez. Atrás del gol de Messi, vino el De Paul, y 0-2 abajo, pintaba para catástrofe. Argentina se apiadó de nosotros en el segundo tiempo, Muslera se redimió, en parte, con algunas atajadas soberbias, y sólo fue 3-0. Usted, que lo vió, sabe cómo yo, que pudo ser peor.
En la tribuna, los hinchas, que cantaron a rabiar en el primer tiempo, disfrutaron del segundo con la tranquilidad de quién observa un picado de veteranos. Tanta fue la diferencia entre uno y otro.
El Maestro Tabárez luego se equivocó con sus declaraciones. La alusión a los esfínteres fue absolutamente innecesario. Justamente él, que le dio un estilo a la celeste durante 15 años, no puede perder el estilo. Y esas palabras, no son propias de un docente y de un conductor de Uruguay.