Fernando Oliveri es pintor, si bien nació en Montevideo se crió en Fray Bentos donde todavía mantiene amigos y recuerdos. Hincha del club Anglo, recuerda con cariño su infancia donde podía andar en bicicleta libremente por la ciudad.
“Mi vínculo con el arte, nace cuando me vine a Montevideo en el año 78 a la Escuela de Bellas Artes, a la residencia Universitaria de los padres Conventuales, ahí había un espacio de arte con distintas disciplinas e ingrese en el año 78 y estuve dos años aprendiendo dibujo y pintura“, contó Fernando Oliveri a El Rionegrense.
Oliveri también estudio en el taller Gustavo Alamón. Pese a que su vínculo con el arte comenzó en 1978, desde muy chico la pintura le llamó la atención.
“Desde muy chico siempre con mis dibujos, mis pinturas como autodidacta. Eso también era una cosa que siempre disfrutaba de estar conmigo mismo, con mis pinturas y mis dibujos“, contó.
En ese sentido profundizó sobre las personas que marcaron su camino: “Al yo estar ahí en Fray Bentos cuando era jovencito, recuerdo que hubo una retrospectiva de Solari en la Soc. Recreativa La Armonía, en el año 70 y poco, era un niño. La Armonía se llenó, mi casa y la Armonía eran como una sola casa, entonces me devoré todo lo que había y siempre tengo presente a Solari. Después en el preparatorio de Arquitectura tuve una charla con Osvaldo Leites, un pintor, que estaba trabajando con un ingeniero en la construcción del Puente General San Martin. Sin dudas me marcó mucho Gustavo Alamón, para mí fue como un guía en todos los aspectos, de lo humano, de la plástica misma. Porque en mi vida, de jovencito, no tenía a nadie vinculado con el arte”.
Fernando tiene dos hijos y vive junto a su familia en Montevideo. Se fue de Fray Bentos con 18 años y todavía recuerda esos días cuando decidió dejar una oportunidad para estudiar profesorado de Educación Física y en cambio optar por Bellas Artes.
Sobre eso dijo que recuerda una charla de un director de la Intendencia, el abogado Cabral, consultando a su padre del porqué de la negativa a estudiar profesorado de Educación Física, para lo que había sido seleccionado. “Él me miraba con cara rara, sentado en el sillón de casa”, contó.
Pese a estar siempre estudiando y vinculado al arte, Fernando trabajó 25 años como bancario. “A mí se me presentó la posibilidad de irme del banco, yo nunca descuidé esta actividad, yo ingrese a la actividad bancaria con 21 años, y siempre fue como la balanza que tiene los dos platos, el equilibrio necesario desde el punto de vista económico porque el banco me daba la posibilidad de que yo todos los meses cobraba un dinero y me permitía vivir, y del otro lado estaba la parte espiritual por así decirlo, la necesidad de expresarte a través de la pintura. Por suerte lo pude hacer, hoy mirado a la distancia, soy un agradecido de poder haber hecho eso. Dejar una actividad que me daba un buen pasar, para ir algo que era medio incierto, yo vislumbraba que me iba a ir bien, pero no sabía“, explicó. Fernando tiene su estudio en Montevideo, en su casa.
Su esposa, Ana María fue muy importante al momento de decidir que camino tomar y optar por dejar el banco y vivir de su pasión.
El padre de Fernando, Silvio, era bancario también, sin embargo siempre lo apoyo en su incursión en el mundo artístico. “Yo creo que los padres siempre tienen esos temores, vivimos en una sociedad donde la carrera profesional era muy importante y decir que ibas a dedicarte a pintar o a querer pintar, no sé cómo lo vería en ese momento. Pero con el tiempo creo que se sintió orgulloso, porque me lo dijo”, recuerda con emoción.
La pintura de Oliveri se identifica como realista. Se inspira de la vida misma. “Me motivan mucho las cosas que me rodean, que son cosas muy cotidianas, que están alrededor mío, a veces me voy más atrás en el tiempo y me encuentro con cosas de niños. Pero la temática que toco es muy diversa“, relató.
Fernando asegura que no solo hace realismo, si no que incursiona también en la pinta más informalista. “Eso lo hago como una catarsis, lo hago por el hecho de que a veces uno esta tantas horas trabajando en el detalle de las obras que hay veces que necesito pegar un grito en el desierto. A veces me entrevero con algo más suelto, nada preconcebido, lo hago cada tanto pero mi intención es hacer un mix entre la figuración y esa pintura informalista. Soltarme un poco más, como una necesidad en mi interior. Yo soy muy autoexigente conmigo mismo, y eso me lleva al realismo, a veces tengo que decir hasta acá, porque me va atrapando y no tiene un fin. A veces lo dejo de ver un tiempo y digo, no lo voy a tocar un poco más“.
Oliverí contó que la gente que le compra obras, generalmente son quienes ya conocen su trabajo y son las obras que él va produciendo. En ese sentido dijo que trabajar a pedido de alguien es muy difícil, para poder colmar las expectativas de las personas. “Hay veces que me traen una imagen, me piden retratos, y esos trabajos los evalúo y a veces digo que sí y otras que no. Depende como sea el tratamiento. Un retrato si lo hago, pero ya otro tipo de trabajo lo tengo que pensar porque es todo un desafío, porque yo no estoy en la mente de la persona que me pide un trabajo”, contó. Sobre eso relató que “hace unos años una persona me pidió un trabajo específico, estuvo más de un año trabajando con él, se lo hice, fue muy estresante y descuide mi trabajo. Fue una experiencia que la quise vivir para saber cómo era”.
Su vínculo con Fray Bentos
Fernando se fue con 18 años de Fray Bentos, llegó con 10. Todavía mantiene a muchos de sus amigos en la ciudad.
Hincha del Anglo jugó varios años, fue capitán y campeón con Carlitos Tiscornia como técnico. Incluso participó de los eventos por los 100 años del club.
“Siempre recuerdo a Fray Bentos, porque ahí me crie, tengo los amigos, amigos, eso que todavía mantengo”, contó. Sobre eso agregó que cuando llego a Fray Bentos con 10 años le impacto ver que era una ciudad donde se podía mover en bicicleta, la cantidad de bicicletas y ver salir del Anglo a los trabajadores. “Por supuesto que siempre tengo en el recuerdo la salida a la plaza Constitución, de que las mujeres caminaban en un sentido y los hombres en otro, para mirarse. Eso era toda una cosa nueva”, relató.