Por Javier De León.
En agosto, con escasos positivos de coronavirus en todo el país, la reglamentación de la Asociación Uruguaya de Fútbol que establecía que un equipo con cinco positivos de coronavirus podía pedir la suspensión de su partido por el Campeonato Uruguayo, asomaba como una posibilidad muy lejana y de muy difícil aplicación, porque a lo sumo una institución podía llegar a tener un contagiado en todo su plantel.
Pero la aceleración de casos a partir de noviembre en el Uruguay todo, por ley de los grandes números, también llegó al fútbol uruguayo. Y entonces, tener cinco casos en un plantel ya no fue un escenario lejano, sino que se transformó en una realidad palpable.
Aquí estamos plantados entonces. ¿Los equipos deben seguir teniendo la posibilidad de postergar sus partidos ante tal situación, o deben jugar con lo que tengan, para poder cumplir los calendarios?
Asoma una respuesta instintiva, la salud está primero. Que se suspenda y no se juegue. Pero en tal situación, este Uruguayo 2020 se convierte en interminable, y alli empiezan a aparecer los incumplimientos contractuales.
Los jugadores en su derecho pretender cobrar los contratos vigentes, los clubes precisan ingresos para poder pagar. La televisión, ergo Tenfield, exige que se completen los 240 partidos por temporada que establece el contrato firmado en el 2011, para a su vez cumplir con sus obligaciones de pago.
Y el abonado, o sea usted que está leyendo en este momento, para pagar la cuota del fútbol uruguayo probablemente exija que le transmitan partidos, sino ¿“para qué le voy a pagar al cable..???
Entonces, la respuesta que la salud está primero, queda en entredicho. Muchas veces se convierte en el discurso inicial, pero luego, en los hechos, la exigencia es que el show debe continuar.
Es sabido. El hombre piensa cómo vive, y no vive cómo piensa.