por Javier De León
El último mes y medio del Campeonato Uruguayo fue peor que un tango: no tuvo un corte y una quebrada, fue puro corte. Jugar cada fecha resultó un suplicio, pues ante cualquier contagio de cualquier futbolista o integrante cercano a los jugadores, se decidió la cuarentena de todo el resto de jugadores y anexos, y por tanto, el equipo no podía jugar.
En agosto, con números globales de contagios básicamente pequeños en el país, no existía Covid en el fútbol uruguayo. Pero en estas últimas semanas, con incrementos notorios en los números, por Ley de los Grandes Números, era obvio que iban a aparecer los contagios en el fútbol. Y con la forma de actuación del comienzo, se acumularon la suspensión de partidos y fechas del Campeonato Uruguayo.
Hay dos posibilidades, y creo que no más. Acaso una tercera.
Una es mantener los protocolos actuales. Un contagiado en un plantel, todos en cuarentena. Así, casi seguro, no se termina más el torneo. No se puede jugar al fútbol.
La otra alternativa es que ante un contagiado, se hisope inmediatamente al resto, y si son negativos, entonces permanecen en el plantel, y ese equipo juega normalmente. Salvo que sean más de cinco los contagios, porque en esa instancia se le suspende el partido a dicho equipo.
Pero esta forma de actuación tiene sus riesgos. Hay que tenerlos claros, y asumirlos. El negativo no significa que el individuo no esté incubando el virus, y pueda estar contagiando a otros. Y que su positivo recién aparezca días después, pero en el interín, contagió a otros compañeros. Es lo que sucedió con la selección uruguaya. Matías Viña, con un hisopado negativo, pero habiendo estado en contacto con positivos en Palmeiras, se integró un lunes a la selección. Convivió martes, miércoles, jueves, jugó el viernes y recién el sábado apareció su positivo. El resultado fueron más de 20 contagiados en la selección, en la última fecha de Eliminatorias.
La tercera opción es una gran burbuja de todos los planteles. Inmenso costo, además de cuestiones de logística a resolver. Parece inviable. Parece…
Lo claro es que así no se puede jugar al fútbol. Hay alternativas, pero tienen riesgos grandes. Si avanzamos por ese camino, asumamos lo que puede ocurrir. A no gritar después.