Por Angel Pavloff Marroni
A veces es difícil explicar un sueño. Hay sueños que tenemos al dormir y que muchas veces tienen sentido solo para nosotros. Hay otros sueños más cercanos a utopías, una idealización del mundo en el que nos gustaría vivir. En todos los casos, los sueños estimulan nuestra razón y nuestro corazón.
Nosotros tenemos nuestra utopía, nuestro sueño, una Intendencia que haga lo que tiene que hacer, que brinde los servicios públicos por los que el ciudadano paga los impuestos y son la razón de ser de su existencia. Una cuya estructura burocrática responda directamente a los servicios que los ciudadanos merecen y que no se reproduzca a si misma (por inercia) por la falta de visión de los administradores políticos de turno.
En varias columnas que he escrito he tratado de explicar la realidad que nos enfrentamos a nivel de la administración de la Intendencia Departamental y poco a poco he ido plasmando las bases de una adecuada administración y gestión de las finanzas departamentales. Esto esta inexorablemente relacionado una impostergable necesidad de “hacernos cargo” (Ver columna del viernes 14/08/20), de asumir cabalmente las responsabilidades que implica ser Intendente. Llegar al cargo no debe ser nunca un fin en sí mismo, para nosotros no lo es, pero hay quienes se confunden y actúan de esa forma.
Lo anterior parece ser la parte cerebral de nuestro sueño, la que estimula nuestro pensamiento y nos exige razonar con profundidad, analizar todas las variables una a una, para gestionar los dineros públicos como el ciudadano merece.
Pero como dijimos al principio, un buen sueño no solo estimula nuestro cerebro sino también nuestro corazón. Nuestro sueño hace vibrar nuestro corazón, lo queremos contar para que junto con él vibren con fuerza los corazones de todos aquellos que se sienten representados en sueño.
A nosotros nos desviven las injusticias, es nuestro deber acabar con las inequidades. Un mal ejercicio de la función pública, en lugar de combatirlas, fomenta las inequidades. Las Políticas Departamentales tienen varios objetivos, sin embargo hay uno que es fundamental y tiene que estar presente al momento de tomar cualquier decisión: tenemos que generar igualdad de oportunidades a todos, sobre todos los niños, independientemente del barrio, el poder adquisitivo de su familia o el nivel educativo de sus padres.
Si logramos elevarnos y analizamos nuestra realidad, observamos políticas o servicios públicos nacionales y departamentales que, como una red de arterias que llevan sangre nueva, se debilita y afina a medida que nos alejamos hacia la periferia de las ciudades y las periferias del Departamento. Son un musculo que llega con menos vigor, una energía que se va debilitando y apenas llega.
En este sentido, en los centros las calles son de calidad, hay buena iluminación, acceso cercano a buena salud y educación para todos los niveles. En la medida que nos alejamos a las periferias que mencionamos, las calles muchas veces se transforman en caminos de tosca, sin cordón cuneta, con poca o nula iluminación, sin acceso a salud y bajo acceso a la educación.
La falla de la política departamental es justamente no haber roto la inequidad propia de la diferencia de ingresos, al punto que la profundizan. Los barrios de mejor poder adquisitivo acceden a los mejores servicios, sin embargo los barrios y pueblos con niveles adquisitivos menores tienen además una intendencia que no les brinda los servicios ´por lo que les cobra impuestos.
Nuestro sueño implica transformar la intendencia hacia adentro para que los recursos sean justamente redistribuidos. Que los niños que nacen en un barrio humilde o en pueblo alejado, no se sientan condenados a crecer con calles en mal estado o que directamente no existen, con el agua corriendo por la tosca porque no llega el cordón cuneta, sintiéndose discriminado porque su barrio o pueblo no tiene los servicios que si reciben las ciudades importantes o los barrios de mayor poder adquisitivo.
Nuestro sueño tiene mucho más de lo que podamos escribir, implica que la intendencia haga justicia con sus ciudadanos y brinde servicios de calidad sobre todo a aquellos que más lo necesitan. Pone a la intendencia como un actor fundamental de las Políticas de Estado que garanticen que todos los niños accedan a los mismos servicios públicos, al mismo punto de partida para la carrera de la vida independientemente de su origen. Ese es nuestro sueño y lo lograremos juntos, hay que tener coraje y animarse a romper con lo establecido.