Por Elizabeth del Río
No todo cambio se anuncia con bombos y platillos. A veces el cambio se nota en las cosas simples: una calle limpia, una luz encendida, una cuadrilla trabajando. En Río Negro, se está reconstruyendo mucho más que infraestructura: se está reconstruyendo la confianza.
No siempre se nota cuando las cosas empiezan a cambiar. A veces el cambio no hace ruido, no sale en los diarios, ni viene con grandes anuncios. A veces el cambio se parece más a un camión que vuelve a pasar por tu cuadra, a una luz que se prende después de años, o a un grupo de mujeres plantando árboles sin hacer escándalo.
Eso está pasando en Río Negro. Sin tanto ruido, sin discursos largos, el departamento está viviendo otro tiempo: el tiempo de reconstruir. No solo calles o servicios, también la confianza. Se está reconstruyendo el vínculo entre la gente y la Intendencia, entre la palabra dada y la palabra cumplida.
Durante mucho tiempo hablar de política era casi mala palabra. Nos volvimos desconfiados, cansados, y con razón. Mirábamos sin decir nada, porque ya nos habían defraudada muchas veces.
Pero algo cambió. Hoy, en la charla de todos los días, en la feria, en la esquina, se escucha una frase que hacía rato no se escuchaba: “Por lo menos están haciendo.”
No es un grito triunfal, pero sí una señal de confianza. Es la forma más nuestra de decir: “van por buen camino.”
Y ese cambio no vino de discursos ni promesas, sino de otra forma de gobernar.
Un intendente que no grita, que no se esconde, que escucha y trabaja. Que no necesita explicar tanto porque muestra con hechos.
Guillermo Levratto gobierna con calma, y en tiempos de tanto ruido eso llama la atención. Mientras otros hablan de lo que harían, él muestra lo que está haciendo. Y en esa forma tranquila enseña algo importante: que se puede gobernar bien sin levantar la voz, y que la confianza se gana con hechos, no con palabras.
En Río Negro la política está volviendo a parecerse a la vida real. La gente habla de limpieza, de calles, de trabajo, de vivienda. Cuando las conversaciones vuelven a esos temas, es porque algo se está acomodando.
Claro que no está todo hecho. Quedan heridas, desconfianzas, gente que observa desde lejos. Pero ese silencio ya no es desinterés: es una forma de cuidar lo que vuelve a nacer. Porque volver a confiar también da miedo.
Lo que está pasando en Río Negro no es una revolución, es una reconciliación.
Con la idea de que el Estado puede servir, que las cosas se pueden hacer bien, que un gobierno puede estar cerca sin andar gritando “yo”.
Por eso este tiempo es especial: porque mientras se arreglan calles y se plantan árboles, también se reconstruye algo más importante —la esperanza.
Y esa es la obra más grande de todas: la que queda cuando el ruido pasa y lo que permanece es la confianza.

















