Por Javier de León.
El sábado pasado, con el marco de un Campeón del Siglo pintado de oro y negro, y con algo más de mil hinchas de Liverpool, se consumó el último capítulo del Campeonato Uruguayo 2023. Y como normalmente, ocurre, la causalidad le pasa por arriba a la casualidad. ¡¡¡Entonces, Liverpool campeón!!!
De un lado, una institución que construyó el título durante dos décadas. José Luis Palma asumió a comienzos de los 2000. Recibió a un equipo en Segunda División, que durante años buscó su camino. En lo económico, tuvo claro que las diferencias se logran con las transferencias. Pero para cumplir el objetivo, era necesario un estilo de fútbol que priorizara el buen fútbol, diera cabida a las figuras que asomaban desde las divisiones inferiores, y simultáneamente procurara resultados deportivos y joyas para vender al exterior.
Liverpool empezó el camino con Paulo Pezzolano hace casi diez años. Y a partir de allí el formato de todos sus entrenadores ha sido similar.
Hay un hilo conductor, además del presidente: su gerente deportivo, Gustavo Ferrín, un muy inteligente entrenador, siempre muy cercano al mundo de los juveniles, aunque también entrenador de primera división.
A partir del 2019 llegaron los títulos. Torneo Intermedio, Supercopa uruguaya, algún Apertura, algún Clausura, pero faltaba la frutilla en la torta.
Liverpool supo ganar, porque antes supo perder. En los Uruguayos del 2020, 2022 y 2023 perdió sendas Semifinales, ante Rentistas, Nacional y Peñarol. Pero las derrotas lo fortalecieron.
Supo transitar todo el año con el rótulo de “candidato” a cuestas. Tuvo momentos límites y ganó. Ante Peñarol en el CDS en el Clausura, ante Cerro en el Tróccoli, por ejemplo.
Tuvo jugadores de alto vuelto. El golero Britos, el enorme zaguero Fede Pereira, el paraguayo Samudio en el lateral izquierdo, Marcelo Meli en el medio, el crecimiento de Napoli y Siles en mitad de cancha, Alan Medina todoterreno, Luciano Rodríguez, genio y generoso con el equipo, los goleadores Bentancour y Vecino, sin olvidar a los centrales Izquierdo y Antoni. Supo sobreponerse a la salida a mitad de año del lateral Martirena y el capitán campeón del mundo Sub- 20, Fabricio Díaz.
Tuvo en Bava un técnico muy joven, que se retiró del fútbol y asumió Liverpool, pero sagaz.
Liverpool no llegó al título por casualidad. Fue una construcción paciente e inteligente.
Del otro lado, Peñarol. Gastó tres veces más que Liverpool, quemó cartuchos en jugadores, comprar localías, en fin, en todo lo necesario para ganar de punta a punta el torneo. Acumuló un plantel de figuras, pero la suma de individualidades no necesariamente conforma un buen equipo.
Llegó Arezo, Abel Hernández, Rolan, el Pato Sánchez, los campeones del mundo Nacho Sosa y el Cepillo Gonzalez, el golero De Amores, por nombras algunos. Le sacó a Nacional al brasileño Coelho y a Sebastián Rodríguez, ofreciéndoles claramente un dinero superior al que ofertaban los tricolores. Pero vivió en medio de la tempestad durante todo el año. Prácticamente nunca tuvo paz, y las elecciones de noviembre siempre estuvieron presentes.
Ganó con claridad el Apertura, pero una mala Sudamericana y la necesidad electoral de mostrar una cara firme y distinta, se llevó puesto al entrenador en julio.
Llegó Dario Rodríguez, rodeado de loas. Pero, a tres días de las elecciones de noviembre, también fue cesado.
Diego Aguirre fue golpe salvador del final, pero a la suerte hay que ayudarla.
Tal harás, tal hallarás. Liverpool transitó el camino hacia la victoria, y ganó. Peñarol, a golpe de billetera, pegó demasiados tumbos. Y perdió.