Por Javier de León.
¡Qué lástima! Tres semanas después del clásico el tema no es el golazo de Suárez ni la producción futbolística de Nacional. Tampoco el fracaso colectivo de Peñarol en campo del Parque Central. ¡Qué lástima! No hablamos de fútbol, sino de los extra-fútbol, que, entre otras cosas, obligó a paralizar el partido durante casi 10 minutos.
¡Qué suerte! Que se investigue, porque en los vaivenes del intento por desentrañar los hechos, con aciertos y errores, empiezan a saltar las evidencias. Entonces está claro que la supuesta burbuja, en la cual debían conducirse los 2.000 hinchas de Peñarol desde el Mercado Modelo hasta la tribuna Héctor Scarone del Parque Central, en un trayecto que debía llevar unos 10 minutos, no fue tal.
Algunos ómnibus se detuvieron, desde adentro accionaron lo necesario para que se abrieran las puertas, e ingresaron parciales de la Lista Negra, que así pudieron estar presentes en la tribuna.
Ya estaba claro que cámaras de reconocimiento facial habían sido destruidas, quizás para evitar que se reconocieran a estos hinchas de la Lista Negra de la AUF, y también, que los baños fueron destruidos, una gallina inflable de dimensiones considerables también pudo colarse hacia la tribuna, y una bandera con un mensaje cargado de los más bajos sentimientos, también fue exhibida en la tribuna de Peñarol.
LA GRASA Y LO DEMAS
Del otro lado, la coladera desde la otra cabecera, la Abdon Porte, atravesando todo el Parque a través de la tribuna Atilio García, para intercambiar pedradas y bengalas con la otra hinchada, también entró en lo repudiable. Pero además, Nacional tiene responsabilidades institucionales, porque barrotes y paraavalanchas de la tribuna de Peñarol aparecieron engrasados a la hora de apertura oficial de la tribuna para los hinchas aurinegros. Y en Nacional, nadie sabe quién lo hizo, ni cuándo, ni cómo.
Aceptan haber dejado entrar a hinchas al Parque, en teoría con otro fin, el de borrar leyendas ofensivas hacia el rival, pero no pueden identificarlos, y las imágenes de las cámaras del Parque Central de aquellos días ya se borraron porque se volvió a filmar en la misma cinta.
La explicación de Nacional es inadmisible. En su casa, dentro de los ámbitos en los cuáles debe tener control y en los cuáles tiene responsabilidad por lo que pase, ocurrió lo del engrasada. Y nadie en Nacional sabe ni cuándo, ni cómo ni quién. Es inadmisible. Porque es cierto, los dirigentes de fútbol no pueden ser paladines de la justicia. Ni puede pedírsele que controlen lo que ocurre con los hinchas en cada esquina de la ciudad. Pero lo que pasa puertas adentro de la institución, esto es dentro del Parque Central, fuera del horario del partido, es de su absoluta responsabilidad. Y no pueden alegar inocencia.
EL CARACU DEL PROBLEMA
Aquí hay algo que está claro, y allí radica el corazón de todo lo que está mal. Existe una absoluta DESCONFIANZA entre los actores que deben colaborar para combatir la violencia en el fútbol.
Los dirigentes creen que el Ministerio del Interior no cumple con la tarea que debiera. Que no actúa dentro de los Estadios, dónde es indispensable su presencia. Esta opinión no es exclusiva de la actuación durante este gobierno. En épocas del Frente Amplio y de Eduardo Bonomi al frente del Ministerio, por lo bajo se aseveraba exactamente lo mismo.
En la otra vereda, aunque debieran estar en la misma, la Justicia y el Ministerio del Interior, desconfían que los dirigentes de fútbol colaboran con las “barras”.
Por temor a represalias, por interés en su participación en la política interna del club, por lo que fuera, Justicia y Policía sienten que los dirigentes no colaboran con ellos como ellos esperan.
Si no vencemos esa DESCONFIANZA MUTUA, estamos perdidos.
Si todos los actores que deben involucrarse, no se sientan a una misma mesa y se miran francamente a los ojos, sincerando la posición y la actuación de cada uno, esto seguirá siendo campo orégano para unos cuántos delincuentes que viven del fútbol y que alejan a muchos miles.