Es una de las pediatras más conocidas de Fray Bentos, la mayoría de los niños e incluso los que hoy son adultos en algún momento pasaron por su consulta. Lila Tiscornia siempre cálida y atenta, una pediatra que eligen los niños.
Es una de las pediatras más conocidas de Fray Bentos, la mayoría de los niños e incluso los que hoy son adultos en algún momento pasaron por su consulta. Lila Tiscornia siempre cálida y atenta, una pediatra que eligen los niños.
Llegó a Fray Bentos en 1986 recién recibida y con solo una decisión no quería ser pediatra y se había inscripto en la especialización de gastroenterología. Sin embargo, las madres fueron eligiendo a esa joven doctora para atender a sus hijos. “En la consulta el 70% eran niños, y me veía en la obligación de estar leyendo todo el tiempo pediatría. Y después de intentar en otras especialidades me di cuenta que tenía que prepararme para ser pediatra y devolverle a la gente esa confianza que tenía en traerme los niños”, contó Lila Tiscornia a El Rionegrense.
Siempre con una sonrisa, así recibe Lila a cada niño en su consulta, a los más pequeños les canta, les habla, hace del examen médico un juego. Después de tantos años de trabajo, asegura que aprendió a hablar el lenguaje de los niños. “Y la cercanía con los niños es fácil para mí, un lenguaje que ya aprendí, ya tengo edad de abuela, entonces lo consiento”, relató.
La medicina llegó a ella a través de la imagen. “Siempre fue parte de mi vida, nací en 1958 y al poco tiempo apareció la televisión en Fray Bentos y empezamos a ver otro tipo de cosas, se abrió el mundo para nosotros. Y había una serie que me captó, se llamaba el Doctor Kildare. Y yo quería ser médico como ese doctor, yo quería ser eso, me paraba y le decía a mamá que quería ser como él. Y siempre existió la medicina para mí, no hubo nada que me quebrara de ese lugar” .
Eran los años 70 y su mamá prefería que estudiara en Fray Bentos, que no viajara a Montevideo. “Al principio mi mamá no quería, quería que me quedara acá porque tenía miedo, estamos hablando de los años 70, pero en el 77 se abre el examen de ingreso a la Facultad de Medicina, yo lloraba porque mamá no me dejaba ir, y mi papá me dijo, no te molestes, prepará, estudiá y mientras tanto hace algo más porque tu madre te lo está pidiendo. Obviamente veían que a mí me gustaba y era una estudiante que avanzaba. Entonces empecé magisterio y mientras tanto estudiaba para el examen de ingreso. Y me fui a Montevideo a dar la prueba, entrabamos 500 y yo tuve la suerte de entrar en el lugar 137”, contó.
Pero en ese momento estaba convencida que la pediatría no era lo ella. “Hice la Facultad y una cosa que yo siempre digo es que lo único que yo estaba segura que no quería hacer en mi vida era pediatra. No quería pediatría, no me gustaba ver a los niños en camas, enfermos. No me gustaba hablar de enfermedad en el niño, para mí los niños tenían que ser libres y jugar. Tal es así que toda mi carrera la hice pensando que iba a hacer otras cosas. Y cuando hacemos las 4 especialidades en el último año de la carrera casi me interné en el Pereira Rossel con tal de dar el examen y que nunca más viera pediatría, para salvarlo o salvarlo”, contó.
Ahora después de tantos años disfruta de la consulta de pediatría. “Es algo que disfruto, es algo totalmente refrescante una consulta de pediatría, los niños son alegres, cambian nuestras vidas”, manifestó.
Familias enteras han pasado por sus consultas. “Vi niños que ahora son padres y jóvenes en el comienzo que ahora son abuelos y atendí a sus hijos y a sus nietos. Y soy eso, soy lilita la que atiende a los niños, y las madres me dicen, usted me atendió a mi doctora y les digo: no digas eso mi amor, era otra Lila”, cuenta entre risas.
“A veces la gente busca varias cosas en un médico pero en el pediatra buscan ser escuchados. La parte social conforma una parte muy importante de la historia pediátrica. Tenemos un relacionamiento con el niño y su familia. A veces somos consejeros más que médicos, muchas veces las madres se van con sus hijos sin un remedio, pero con muchos consejos o seguridades. No hay un libro para ser padres o madres, se hace de la experiencia, se hace haciendo, y a los pediatras nos capacitan un poco más pero también mucho ponemos de nuestra experiencia. Es esa percepción de la madre, voy lo llevo, me saco el peso y salgo contenta porque mi hijo está mejor, su hijo está igual pero ella se sintió cómoda”, relata.
Lila contó que pese a su negativa inicial y los miedos porque viviera en Montevideo, su madre fue siempre un pilar y era la primera en alegrarse por sus logros “Mi madre cambió enseguida de idea cuando vio mi empeño y lo que lograba, era la primera en ponerse contenta y mi padre también, los dos”. Pero como todas las profesiones, la medicina también tiene luces y sombras. Lila tiene dos hijas, que muchas veces tuvieron que compartir a su mamá con muchos niños. “Quizás hasta muchas veces se sintieron desplazadas por mi trabajo. Me parece que yo a veces absorbí muchas cosas, pase mucho tiempo afuera de casa, y ahí estaba el apoyo de mi mamá, mamá tenía a mis hijas”, contó. Sobre eso dijo que “Les pesó un poco en esa etapa, en la que no dimensionan las cosas, pero creo que en el fondo ahora me valoran, tienen el concepto de que mamá no las dejaba si no que estaba haciendo su trabajo con alguien que necesitaba más”.
“Hay vicios profesionales, nosotros nos vamos implicando en los vínculos, a veces estamos cansadas y aparece algo y salimos con los niños hasta donde sea” manifestó. En ese sentido, manifestó que “Es difícil desvincularse de los sentimientos, entonces nos llevamos los problemas a casa y nos preocupamos”
Y terminó diciendo “Son niños y son la mayor responsabilidad. El niño es un tesoro de otra persona que viene a entregártelo y ponerlo en tus manos. No solamente estas tratando un paciente, estas tratando un niño y querés que pueda vivir su vida”.
El Covid 19 y los niños
Después de tantos años afirmó que “nunca pensé vivir esto” haciendo referencia al Covid-19. Vivió otras pandemias, otras enfermedades pero nunca un virus de estas características. Lila cree que estos cambios en la dinámica social producto de la pandemia “los puso en una realidad irreal para lo que nosotros veníamos preparados. Pero ellos se adaptan, pero esto deja secuelas”.
La doctora considera que estas generaciones que están viviendo la pandemia tendrán en un futuro un comportamiento distinto a otras generaciones anteriores o posteriores. “Evidentemente el hombre tiene que evolucionar, pero no sé si estamos evolucionando en el buen sentido. Por eso mi consejo más grande para las familias es que no pierdan tiempo de interacción entre los individuos, momentos donde se comparta la comida, momentos donde se comparta la merienda, o la charla, que dejemos los aparatos y pasemos al momento donde el niño pequeño veía a su hermano mayor como se alimentaba y copiaba”, explicó.