Por Fernando Doti
Como parte de las medidas implementadas por la COVID-19, el Poder Ejecutivo acordó con comerciantes, intermediarios y productores que por tres meses no se aumenten precios de la canasta básica de alimentos, higiene y sanitaria. “No hubo imposición del Gobierno, sino planteos para tener precios razonables”, indicó el secretario de Presidencia, Álvaro Delgado. “(Algunos precios) se dispararon y hubo abuso”, por lo tanto “se controlará”, precisó el secretario de la Presidencia. Si bien es cierto, se anunció que «no va a haber sanción» contra los comercios que incumplan el acuerdo y que «el principal control» estará en la información disponible para los consumidores» sobre los precios recomendados.
Más allá de la particularidad del caso uruguayo, que, a diferencia del argentino hace suponer que no saldrán brigadas de burócratas a clausurar comercios que incumplen el “Acuerdo”, lo cierto es que, el control de precios, acordado o impuesto, constituye siempre y en todo caso un error.
La formación de los precios se determina por la oferta y la demanda. Cuando el Estado fija precios se atenta contra la libertad de las personas. No solo contra la libertad de los clientes, sino también contra la libertad de empresa, consagrada en el artículo 36 de la Constitución. Pero a partir de la fijación de precios, se genera otra consecuencia nociva, y es la escasez. Si se fija un precio por ley inferior al de mercado, enseguida surgirán más personas queriendo comprar, en comparación con las que están dispuestas a vender. Ello genera escasez, porque no hay suficiente cantidad de bienes para todos a ese precio. En un escenario de oferta y demanda libre, el mercado lo autorregula, pero en este otro supuesto de hecho que manejamos, no. Siempre que se establece un precio máximo a través del uso de la fuerza del Estado, por debajo de lo que fijará el mercado, habrá escasez. Y si hay escasez, no habrá para todos y si no hay para todos, llegará un momento que el político de turno, seguirá agravando el problema en aras de tratar de ser políticamente correcto. Así pues, entonces, comenzará a racionar el producto, para que el bien demandado llegue a manos de todos. Esto a su vez generará dos fenómenos. Uno de ellos será que se mata el emprendedurismo, porque están topeadas las ganancias. El otro es que se generará en paralelo un mercado negro, que será el que solucionará el desabastecimiento, pero, a un costo mucho mayor que el topeado por ley. Generará amiguismo y violencia.
En Argentina, el gobierno de Alberto FERNANDEZ, dispuso el control de precios en artículos de primera necesidad. Ha sido común, ver brigadas de funcionarios y sindicalistas recorriendo supermercados y farmacias, fiscalizando que se cumpla la medida, disponiendo la clausura en aquellos casos en los que se ha constatado que el producto “cuidado”, fue puesto a la venta o vendido a un precio superior al fijado por el gobierno. El Presidente de la hermana República, prometió “perseguir” a quienes suban precios de los productos de salud, afirmando: “No voy a tolerar que un número mínimo de vivos nos tomen de bobos a todos los argentinos”. Argentina es un claro ejemplo de cómo la fijación de precios a lo largo de la historia, siempre y en cualquier circunstancia, ha sido un fracaso. Desde PERÓN a la fecha, sistemáticamente se ha recurrido a ella, y también, sistemáticamente se ha fracasado, generando un freno a la producción del producto topeado, generando escasez y simultáneamente un mercado negro paralelo.
¿Qué generó la fijación de precios en Argentina? Pues escasez, y ante la misma, se empezó a restringir la venta de un producto por persona, de alcohol en gel. Y ante la restricción, se generó un mercado negro, el cual, en los hechos, viene a dar respuestas a la demanda insatisfecha, pero a precios ahí sí, astronómicos.
Los controles de precios han fracasado siempre. Basta con analizar la historia para advertir esta circunstancia. La alta demanda como siempre sucede, sube los precios. La suba de precios también genera como consecuencia inevitable, que se incremente la producción, toda vez que, es más rentable producir bienes con alta demanda que otro tipo de bienes.
De esa manera se van reasignando recursos en la economía para producir más de lo que más se necesita, de forma urgente.
El pedir la congelación de precios, es en esencia, evidenciar no entender nada de economía. Llamar a la fijación de precios, es querer apagar un incendio con nafta. Es peor el remedio que la enfermedad.