El otro día, en consulta con una paciente, mencionó el término “comfort food” ¿lo habías sentido?
Es un concepto que alude a comidas que están orientadas no sólo a saciar el hambre, sino más que nada a “confortar el alma”, es un signo de nostalgia y añoranza por nuestras raíces, de recuerdos emocionales que genera determinada comida en nosotros” una cucharada es un abrazo cálido”. Te doy un ejemplo, si viste la película Ratatouille (si no te la recomiendo, es fabulosa), es lo que le sucedió a Anton Ego cuando prueba uno de los platos, le hizo recordar a su infancia.
¿A qué viene toda esta introducción? A que ese término que usó mi paciente me quedó resonando en mi cabeza. ¿Sabes por qué? Porque es lo que me ha estado pasando estos días, sobre todo al comienzo de la cuarentena, las comidas que me daban ganas de elaborar eran comidas con “recuerdos”, comidas que hacía mi abuela. Ella vivía con nosotros y era quien cocinaba en casa, “cuánto la extraño”. Toda esta situación que estamos atravesando, despertó esos recuerdos, seguramente como necesidad de “refugio”.
Ahora entiendo por qué hice la mermelada de calabaza (toda mi infancia vi cómo mi abuela año a año hacía mermeladas y jaleas), ahora entiendo por qué me han dado ganas de hacer buñuelos de espinaca, ella nos hacía muy seguido, los “buñuelos verdes», como los llamábamos. Ahora capté cuál era la “necesidad real” de mi mente.
¿Esto te ha estado pasando a vos? Habitualmente, la comida reconfortante es comida muy calórica, que si nos dejamos llevar por nuestro sentir, luego podemos caer en un malestar con nosotros mismos porque engordamos!
Si nos escuchamos, si entendemos qué nos sucede podemos prevenir. Qué quiero decirte: que podes negociar contigo mismo/a, es decir, cocinar esas comidas que te reconfortan pero controlando las cantidades que elaboras ¿te parece justo el trato?